< Moebiana69 / Resonancias de Lectura
Freud ha hecho referencia al “noble juego del ajedrez” 1, advirtiendo que en él, como en el tratamiento analítico, sólo las aperturas y los finales pueden ser expuestos exhaustivamente.
Por mi parte, la riqueza que la serie “Gambito de dama” me obsequió fue la chance de pensar la apertura cerrada de la partida en analogía con la operación de la castración en el ser hablante, para quien distintos tiempos en la constitución subjetiva requieren sucesivas inscripciones de la castración.
“Error de redondeo”
En el juego del ajedrez, el gambito de Reina es un modo cerrado de apertura que consiste en sacrificar una pieza al principio de la partida, generalmente un peón, para lograr una posición favorable, y en espera de obtener ventajas posteriores.
Además, Gambito (del italiano gambetto, zancadilla) evoca también a la gambetta a la muerte. Y así comienza esta historia.
Hay, por parte de la madre de Elizabeth Harmon, nuestra protagonista, un intento de suicidio, logrado, y uno de homicidio: el de su hija, que falla.
Un error irreparable que Alice, la madre de Beth, llama “error de redondeo”, la conduce al pasaje al acto. Pero, a la vez, otro error de cálculo le salva la vida a la hija.
Encuentro una primera notación de la castración en la frase “Un error de redondeo”. En Aritmética se llama así a “la diferencia entre la aproximación calculada de un número y su valor matemático exacto debida al redondeo”. 2 Cuando se realiza una secuencia de cálculos sujetos a error de redondeo, los errores pueden acumularse, a veces dominando el cálculo.
La madre, arrepentida por haber fallado a su hija arrebatándole al padre, no encuentra más que una solución trágica.
Pero sí se inscribe para Beth el error, que luego intentará colmar a través de un juego que la mantenga a resguardo: un pequeño mundo calculable y manejable en ese tablero de sesenta y cuatro casillas.
Gambito de dama consiste en sacrificar de entrada un peón central que se espera recuperar.
Los que saben dicen que de una buena apertura depende un buen final. Y pareciera que la serie inicia en una catástrofe. Pero a medida que se avanza se puede descubrir que la historia tiene de lo que se abre bien para la protagonista, partiendo de lo que la madre llama el error de redondeo en el sacrificio de un peón central: el padre de Beth. Lo sacrificó creyendo que lo recuperaría cuando quisiera pero le falló el cálculo. ¿Qué otra cosa que un peón de la Reina era ese hombre que la seguía a todos lados? Un día éste le advierte que es la última vez. Pide ver a su hija y no se le concede. La niña lo espía y, justo en ese instante, sus miradas se cruzan. No obstante, él se va, claudicando:
“Muy bien Alice, tú ganas. No puedo seguir peleando contigo. Y no puedo perseguirte a todos lados si te la pasas huyendo”.
Cinco años después la madre lo busca, admitiendo su equivocación y él la rechaza, renegando de la paternidad de Beth, tal como hará años después su padre adoptivo.
“¿Qué haré contigo? Cierra los ojos”. Es lo último que recuerda decir a su madre.
“Not today”
Ya en el orfanato, yendo al sótano, Beth encuentra al Sr Shaibel, el conserje. De él, lo primero que había visto era su llavero y será quien le abrirá la puerta como sujeto deseante, constituyéndose en el padre real que operará como agente de la castración.
“Not today”: Hoy no, le dice con aplomo. Pero es un No que promete, pues le abrirá la puerta para salir a jugar…al ajedrez.
Beth primero ha constatado y reprimido la castración en el Otro: No puedo resolver el error de redondeo que te constituye.
Ahora se presenta ante ella, en lo real, el agente de la castración, prohibiendo el goce (el saber) pero prometiéndolo a futuro. Lo prohíbe, instaurando la espera y con ella el enigma, habilitando para Beth la dimensión deseante: ¿Cómo se juega ese juego?
Porque ya juega la castración es que ella, esa noche, imaginará en lo Real, el efecto de lo Simbólico. Esto es: como producto de su imaginación, verá en el techo de su cuarto un tablero; y luego, sucesivamente, “Not today” mediante, imaginará las piezas y finalmente, distintas jugadas.
Beth podrá ordenar su registro simbólico en sesenta y cuatro casillas, con treinta y dos piezas que responden por su función y su lugar regidas por una legalidad que emana de este orden. El padre real sostiene lo simbólico y de él se aferrará Beth, para separar y diferenciar imaginario de real: no sufre de alucinaciones. Voluntariamente cada noche ella repasa, rectifica, aprende, resuelve: “Juego en mi mente”, “En el techo”. No se trata de fenómenos que se le imponen, ni mucho menos con horror.
La función castradora del padre real la puede tomar el padre o cualquiera que se vuelva su agente, que soporte el acto de ese corte. Pero una paradoja debe efectuarse: es necesario ocupar cierto lugar en la mirada del padre: Como cuando Mr Shaibel le dice: “Hija, eres asombrosa”. Pero hasta no caer de allí quedará en el trono, sin que pueda hacérsele sombra, quedando “sola”: uno de los significantes que comandan su destino. Esa operación quedará pendiente por largo tiempo para ella.
“Necesitarás ayuda”
Hombres-peones que la Reina Beth usa son Harry, Benny…Mientras funcionan como peones los pierde, una y otra vez.
Pero podrá pasar de la rivalidad a la falta, dejándose ayudar por ellos cuando los reconozca como sus maestros. Esto acontecerá, pero no sin verificar antes lo que ella ha significado para Mr Shaibel.
Abatida por su muerte, se descubre en duelo por un más allá de su deuda de diez dólares con él, nunca saldada.
Imaginar en lo Real el efecto de lo Simbólico también era para Beth aspirarse invencible: Yo puedo calcular todas las jugadas y ganarle al hombre, ganar donde mi madre fue derrotada. Esta posición se conmueve cuando constata cómo este padre la siguió por el mundo a través de todos los recortes periodísticos que tapizaban su humilde cuarto: ella es deuda de ese hombre en tanto verifica que fue su falta. Lo que a su vez le permite situarse en falta, aceptando perder a sus peones. Es decir, se producen las condiciones de una nueva apertura, otro gambito de dama: sacrifica su peón central y se las arregla sin Benny para irse a jugar a Rusia. Y el recupero le llega cuando esos hombres con los que se ha relacionado amistosa, amorosa y tormentosamente se reúnen y la llaman para aconsejarla sobre cómo ganarle el título al campeón ruso.
Si con Lacan “La castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo” 3 esta bella serie nos la muestra como una apertura cerrada: porque obliga a perder de entrada para ganar.
Al final del campeonato, ya consagrada ganadora, la vemos bajarse en una plaza donde unos ancianos juegan al ajedrez. Al reconocerla ellos la saludan con gran algarabía y muy honrados. Beth accede a sentarse cuando uno de ellos la invita. Su mirada de lince se ha dulcificado.
De modo que, y porque “sólo el amor permite al goce condescender al deseo” 4, finalmente ella le propondrá:
“-Juguemos”.
Anabella Ottaviani
anabellaottaviani@gmail.com
1Freud, S.: “Sobre la iniciación del tratamiento” (1913), Obras Completas, tomo XII, Edit. Amorrortu, pag. 29
2Cuadernillo Matemática Superior Aplicada, UTN, año 2020
3Lacan, J.: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, Escritos II, Siglo XXI Editores, pag. 807
4Lacan, J.: “El Seminario”, Libro X La angustia, Edit. Paidós, pág. 194