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"Muerte y vida" Klimt
Sexo y Muerte

por María Beatriz Pagano

En el texto “La investigación en Psicoanálisis” Pura Cancina propone la práctica, ese encuentro entre el analista y el analizante, como esa instancia en el que el analista produce efectos. Con respecto a la clínica sitúa lo que el analista teoriza como reflexión de su práctica, pensar lo que hacemos. En cuanto a la teoría, para la autora se trata de formalizar la clínica.

Dos razones me motivaron a comenzar el escrito de este modo. La primera, el transitar por la experiencia de disertar en un foro de la Escuela implica leer, escribir y el encuentro con los otros y esto es al menos un modo con el que contamos los analistas para andar por la clínica y la teoría. La segunda razón del por qué comencé de este modo me permite entrar en el tema Sexo y Muerte, tema de aquel foro del que participé. El analista se autoriza a sí mismo y con algunos otros. Del mismo modo, la autorización de sexo implica también un acto subjetivo que se lleva a cabo no sin el Otro, por fuera del imperio del Otro, pero no sin algunos otros.

Freud consideraba a la sexualidad y a la muerte como los nódulos reales del inconsciente alrededor de los cuales se teje la trama de las representaciones. Además, ambos nódulos no son ni enteramente agotables ni representables. Posteriormente dirá que la división de los seres biológicos en especies sexuadas implica para esos individuos la muerte del soma que porta la semilla.

También a estos temas los retoma Lacan a lo largo de su obra.

Sexo y muerte tienen en común que son dos vocablos solo adscribibles al parlëtre, al sujeto del significante. Es el parlëtre, por tener un sistema simbólico, el que marca la ausencia con un trazo, con el significante para lo cual resulta imprescindible desconectar la palabra del objeto.

Para que sea posible tener un sistema simbólico es necesario que acontezca que el niño equivalga a lo que a la madre le falta y un resto no identificable al falo. Con esto estoy hablando de la instalación de la pulsión, pues si sabemos algo de la sexualidad es a través de la pulsión. Una de las características de las pulsiones es que son sexuales. Su fuerza constante es la fuerza sexual que proviene del Otro, de la demanda recibida del Otro y busca su satisfacción. Aparece entonces lo sexual, que para el psicoanálisis es la tendencia irrefrenable del sujeto al goce.

Sexo proviene del latín sectum y quiere decir cortado o seccionado. Sexo tiene que ver con autorizarse hombre o mujer. Autorizarse hombre o mujer depende de la manera peculiar de hacer argumento a la función fálica. De esto habla Lacan en las fórmulas de la sexuación.

El sexo tiene este carácter cortado, grieta, falta y mortal que angustia, pero el parlëtre tiene la posibilidad de contrarrestar esta angustia, esta grieta encontrando un modo de goce como hombre-como mujer.

La sexualidad humana, que no es ni sinónimo de identidad sexual ni de lo sexual, se presenta en su emergencia dividida en dos momentos, separados ambos por el período de latencia. Se trata de dos encuentros cruciales del sujeto con lo real del goce. Goce que le llega al sujeto exigido como demanda pulsional de ese Otro que lo hizo venir al mundo.

El sujeto debe dividir, escandir y cifrar ese goce que irrumpe con significantes, así como también a ese goce debe vestirlo y velarlo con imágenes. Si el sujeto logra anudar ese real del goce con lo simbólico y lo imaginario habrá podido apartar a lo real de su tendencia inercial hacia la muerte. Si a ese goce el sujeto logra entrelazarlo a lo simbólico y a lo imaginario podemos decir que el sujeto logró conjugar sexualidad y muerte, Por el contrario, sin este cifrado y velado lo real del goce no será conjugable con la sexualidad y quedará como goce mortífero. Sin dejar de lado que la muerte sigue en el horizonte de la vida, pues nacer, reproducirnos y morir es un real biológico, y para el Psicoanálisis también.

Un interrogante me surge y no sólo de las lecturas de los textos, también del estar ahí en la práctica, en ese encuentro entre analista y analizante. “Como analistas y en un análisis, ¿a qué tenemos acceso del sexo, de lo sexual, de la sexualidad y de la muerte?”


Una viñeta

Antes de que Diego comenzara este tratamiento había realizado otros. Aprés-coup pude leer que, en aquellas ocasiones, la presencia del analista operó como freno del goce del Otro materno que durante años arrasó al sujeto. Condición de posibilidad para que Diego en esta oportunidad pueda enunciar: “Necesito un tratamiento para poder pensarme”. Si bien había un padre, sólo en los últimos años de su vida algo pudo hacer con la función de privar que en el campo del goce madre e hijo se reúnan.

A los 20 años, Diego comienza a vivir su sexualidad de una manera muy promiscua, todo el tiempo pensaba en tener sexo, sentía una fuerza interna que no podía manejar. Por entonces tenía sexo tanto con hombres como con mujeres. Al cabo de un tiempo de escuchar los relatos me percato que no había en este tener sexo un partenaire, un otro, sino que tenía sexo con partes, con los genitales.

A partir de los 30 años, sólo tendrá sexo con hombres. Comienzan los ciclos de abstinencia sexual y los momentos de desenfreno, también comienza a padecer severos trastornos psíquicos. Cuando en las sesiones hablaba de este tramo de su vida tres temas se fueron, en un primer tiempo, construyendo para luego analizarlos: 1-la aceptación de su madre con respecto a su homosexualidad no era sincera, 2- el poder comenzar a hablar de que su madre deseaba una hija mujer y 3-acerca de las distintas versiones de su padre.

Durante muchos años Diego atravesó situaciones de riesgo, por supuesto que siempre ubicándose como víctima de los otros. Incluso cuando comienza este tratamiento llega quebrado, producto de un accidente por pelearse con los otros.

Otra fuerza lo invadía y no podía manejar “comer”. Siempre estaba con mucho sobrepeso, un cuerpo deformado, un abdomen que le impedía ver sus genitales. Adelgazó y engordó en varias ocasiones atravesando esos ciclos de privaciones y luego de los permitidos pasaba a comer cualquier cosa.

El trabajo analítico en torno a “comer” y a “devorarse al otro”, o sea en torno a esas fuerzas internas que Diego no podía manejar, a ese real del goce que lo invadía, fue necesario para que Diego pueda enunciar: “Soy un hombre que elige a otro hombre”, “Me doy cuenta que yo no soy víctima del otro, sino que me pongo como víctima del otro y así me va”, y acceder finalmente a tener un cuerpo masculino.

Para que lo real del goce, para que el goce autoerótico de la pulsión no se transforme en un goce mortífero debe estar vestido y velado con imágenes y cifrado con el significante. Como analista, y en un análisis, sobre estas operaciones de vestir, velar cifrar, descifrar y entrelazar gira nuestro oficio: la práctica analítica.

María Beatriz Pagano
te_le_ka@yahoo.com

Bibliografía

Sigmund Freud. Pulsiones y destino de pulsiones. Obras completas, volumen XIV, editorial Amorrortu, Buenos Aires 2008.

Jaques Lacan. Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Clases XIII, XIV, XVI, XVII, Editorial Paidós, Argentina 1987.

Pura H. Cancina. La investigación en psicoanálisis. Capítulo III Práctica, Clínica, Teoría. Homo Sapiens ediciones, Rosario 2008.

Silvia Amigo. La autorización de sexo y otros ensayos. Capítulo I, II, III. Editorial Letra Viva, Buenos Aires 2014.

Silvia Amigo. Clínica de los fracasos del fantasma. Homo Sapiens ediciones. Rosario 1999.