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Stańczyk por Jan Matejko
El humor, ¿un nuevo sentido?

por Anabella Ottaviani

La modalidad del trabajo y la producción acontecida a lo largo de estos dos últimos años en el cartel de Publicaciones, del que he sido parte, ha sido humorística. Por eso celebro que nos despidamos de nuestra gestión con esta convocatoria.

Últimamente me vengo preguntando por la efectuación de algo del orden del humor en el pasaje de analizante a analista, cada vez que se produce. Tal vez un sentido nuevo. ¿Un sentido del humor?

Me parece interesante interrogar ese movimiento, en la medida en que lo acontecido en su análisis como efecto de humor habilitase en el analista la plasticidad necesaria para que sus consultantes se constituyan a su vez en analizantes.

Para desplegar esta idea iré recortando algunos fragmentos de “La tercera”:

“No hay un solo discurso donde el semblante no conduzca el juego. No vemos por qué el último en llegar, el discurso analítico, escaparía a ello. No obstante, no es una razón para que en este discurso, so pretexto de que es el último en llegar, se sientan incómodos hasta el punto de hacer de él, según el uso en el cual se hunden sus colegas de la Internacional, un semblante más semblante que lo normal, ostentoso. Recuerden, con todo, que el semblante de lo que habla como tal, siempre está allí en cualquier tipo de discurso que lo ocupa”.1

Es que no hay discurso que no sea de semblante, incluso el analítico, sólo que él involucra las condiciones para que por un instante, como lo que dura el destello de un relámpago, el semblante se deshaga, por obra y gracia de la interpretación.

“Entonces relájense, sean más naturales cuando reciban a alguien que viene a pedirles un análisis. No se sientan tan obligados a mostrarse de cuello duro. Incluso como bufones, que están justificados en ser bufones. No tenían más que mirar mi "Televisión". Soy un payaso. Tómenlo como ejemplo, ¡y no me imiten!”.2

Nos insta a ser bufones pero no a imitarlo.

“La seriedad que me anima es la serie que ustedes constituyen. No pueden a la vez estar en ello y serlo”.3

No hay más seriedad en el análisis que la serie transferencial. Esto me parece lo fundamental para pensar una relación posible entre semblante y humor. “La Dirección de la cura” nos enseña acerca de tres pagos del analista ineludibles y entrelazados entre sí: él paga con su palabra, con su persona y con su ser. Las puntuaciones de “La tercera” pienso que nos remiten a tales pagos. Ese analista bufón al que Lacan nos convoca, en el sentido de “Sean bufones”, el único modo posible de jugar desde esa posición lo entiendo así: por el des-ser producido a lo largo de su análisis, el analista anda más ligero de su propio equipaje y puede ponerse prestada la ropa que el analizante le presta por la transferencia que él suscita. Desde ese semblante puede efectuar su interpretación y en ese acto caer, que el semblante se rasgue por un instante. Por eso pienso que Lacan aclara que no lo imiten, porque uno sólo puede ser bufón de la serie transferencial en la que está incluido, en cada transferencia, una por una.

El bufón, por ser tonto, tiene permitido variar y simular y asumir distintas persona-lidades, ejercitando en el uso la plasticidad de la identidad humana. Por eso tiene tanto valor para mí su figura, por la plasticidad que convoca. No hay plasticidad posible en un analista que no haya tamizado suficientemente su narcisismo, lo necesario para perder rigidez y volverse permeable, versátil, plástico a la transferencia que le indicará el semblante correspondiente.

También es valioso lo que el bufón, en tanto es alguien que se caracteriza por decir tonterías, nos muestra acerca de los inicios del análisis. Como dice Lacan en otro lado, en el Seminario XX : “El sujeto no es el que piensa. El sujeto es propiamente aquel a quien comprometemos, no a decirlo todo, que es lo que le decimos para complacerlo – no se puede decir todo- sino a decir necedades {bêtises} (…)”.4Bêtises, se traduce como necedades pero también como tonterías. De lo que para mí se sigue la posibilidad de pensar que el analista-bufón entonces convoca al sujeto en su tontería, en su no pensar, en su decir sin pensar. En este sentido formaría parte del concepto de Inconsciente.

Dice Laura Cerrato, estudiosa de Shakespeare, en cuya obra la función de este personaje es muy importante: ”Es generalmente en boca del bufón que se ponen las sentencias referidas al sentido de la vida, al propósito de estar en el universo, y es el primero que suele marcar la perdida de los significados. […] Si en la tragedia, la ausencia de sentido y el absurdo otorgan a situaciones y personajes una dimensión trágica, en la comedia, esa misma incoherencia y absurdo se convierten en inagotables fuentes de comicidad”5 Ahora bien, a nosotros analistas, ¿adónde nos conduciría esta fuente inagotable de comicidad? En otras palabras, la dimensión del sin sentido, de lo disparatado de la vida que implica el encuentro con la castración, ¿adónde nos conduce a los analistas al final?

Creo que al entusiasmo. A eso que Lacan nos dice en la "Nota italiana". Allí plantea la cuestión del fin de análisis y la respuesta ética requerida, bajo el modo de una "conversión del horror en entusiasmo".6 Una vez cernida la causa del horror de saber, el analizante sabe a partir de eso, ser un desecho y, por esa vía, accederá al "entusiasmo". Así, el entusiasmo sería para Lacan el afecto propio de un fin de análisis capaz de producir un analista. Por mi parte lo que pienso es que el sentido del humor sería un sentido nuevo posible que el analizante en su pasaje a analista produce sobre el final respecto del drama que ha sido su neurosis; y que eso conllevaría un entusiasmo, una alegría de vivir. El sentido del humor como lo más alejado de cualquier sentido agobiante.

Hace muchísimo años tuve la suerte de encontrar en un programa de la tele a Antonio Gala, siendo entrevistado. En ese entonces yo era muy joven, recién daba mis primeros pasos en la clínica. La entrevista estaba empezada, y de repente lo escuché decir algo que me impactó, primero. Y lo segundo fue correr en búsqueda de un papelito, escribir lo que acababa de oírle y pegarlo en la puerta de mi habitación. Ese cartelito me acompañó en varias mudanzas. Decía así:

“El humor es darse cuenta de que nada, nada, nada tiene tanta importancia”.

Anabella Ottaviani

anaottaviani@hotmail.com


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1Lacan, Jacques: “La tercera” en Intervenciones y textos 2. 1º edición, Buenos Aires. Manantial 2001, pag. 81.
2 Lacan, Jacques: op. cit, pag 81.
3 Lacan, Jacques: op. cit, pag 81.
4 Lacan, Jacques: El Seminario Libro XX Aún, Paidós, pag. 31.
5 Cerrato, Laura: “La comedia shakespeariana” en William Shakespeare Obras completas. II Comedias, 1ra edición, Buenos Aires, Losada 2007, pag. 37.
6 Lacan, Jacques: “Nota italiana, en “Otros escritos”, Paidós, pag. 329.