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"Hay días que llevas el mal humor a cuestas" Estíbaliz Aguilar
Mal humor

por Cinthya Sau

¿Qué es lo que el humor como recurso efectiviza? ¿Cuál es su función? ¿Qué lugar para el humor en nuestra práctica?
Solemos encontrarnos habitualmente en la clínica con expresiones tales como: " Me puso de mal humor", " Estoy con un humor de m." etc. haciendo referencia al humor como estado de ánimo en una vertiente obturante, compacta, agobiante. Quisiera deslizar el humor de estado de ánimo a recurso que permite alguna eficacia.
¿Por qué la expresión es mal humor? Entiendo que para cada quien esto comporta un sentido diferente. Pero hay algo que encuentro en común más allá de lo que para cada quien signifique. Y es algo del orden del cubrimiento excesivo del vacío que no permite relanzar el deseo. El mal humor parece comportarse muchas veces como una manifestación de la angustia. Osvaldo Couso en un escrito sobre humor y psicoanálisis sitúa al mal humor como indicador de la presencia de un "toque de real" que golpea y como manifestación de lo imposible de soportar. Esto es lo que me permitió pensar el tema propuesto para este número de la Moebiana.
¿Hay un buen humor y un mal humor? ¿Qué contienen estas expresiones? ¿Hay humor del bueno y humor del malo?
Entiendo que lo expresado mediante el llamado mal humor tiene mucho de impotencia y frustración. Con cierta cerrazón de sentido que empantana. Es habitual que los analizantes lleguen con la nube negra encima. Nube que en el correr de la sesión va cediendo cuando se logra ponerlo a hablar. Cuando se pone a circular la palabra y se propicia la apertura del único sentido por lo general agobiante que adquieren algunas situaciones.
En una época atendía en un consultorio compartido con médicos. Mi consultorio daba a la sala de espera y las carcajadas de una analizante daban que hablar a los compañeros que atendían allí y a la gente de la sala de espera. Generaba comentarios tales como "de qué trabaja usted, doctora?" "Entra enojada y sale contenta está chica." "Vos sí que la pasás bien atendiendo..." Etc. Ese efecto que provocaba en el afuera de la sesión llamó mi atención. Me permitió parar la oreja. Era muy notorio en el transcurrir de las sesiones como el mal humor con el que llegaba iba cediendo cuando lográbamos ir pincelando su relato con pequeñas dosis de dichos cómicos. Al comienzo esos dichos eran vehiculizados por las llamadas malas palabras. Luego empezaron a aparecer expresiones obscenas sin filtro que con el tiempo se fueron convirtiendo en expresiones realmente creativas. Las traía la analizante para hacer pasar situaciones muy desagradables que sufría. Allí comenzaba a surgir la risa como efecto. Era imposible resistirse. Claro está que algo de lo real no llegaba a ser mordido más que por esas "groserías" con las que intentaba hacerlo entrar. Fue un trabajo de puntuación del análisis situar esas expresiones como recurso de lo humorístico. Con ese tratamiento de sus "malas palabras" la analizante logró tomar esa manifestación como modo singular de puesta en forma de su padecer. Hasta llegó a felicitarme por alguna que otra intervención en la que lograba articular algo de lo obsceno que ella traía de manera cómica; "vas aprendiendo" me decía. Realmente sus expresiones se convirtieron en recurso y no quedaba solo en "soy mal hablada" claramente pasó de ser hablada a tomar la palabra. Lo complicado era poner el acento en la palabra mal y no en la palabra hablada. Algo allí se logró subvertir. Luego vendrían algunas elaboraciones posibles de lo que el efecto humor le permitía desobturar.
El humor muchas veces opera provocando efecto de ahuecamiento. Al estilo de un sacabocado lo imagino, al menos para esta analizante. Ahueca y quita cierta opacidad, despeja algo de la nube negra que acecha al sujeto, recurso muy utilizado en el humor gráfico. Allí donde vaya el personaje el nubarrón lo acompañará. Pienso aquí con ustedes, lo acompañará, hasta que la palabra pueda ponerse a circular y permita circunscribir algo del mal-estar, de lo mal hablada.
El humor es calificado por Freud como grandioso y subversivo.
En algunos análisis el vaivén entre el mal humor y el ahuecamiento de esa nube negra mediante el uso del humor, per vía de livare El uso humorístico de las palabras puede provenir de alguna intervención del analista o del propio analizante. Siempre y cuando se cuente con ese precioso tesoro.
Subvierte muchas veces la posición pasiva del sufriente para hacer algo con eso allí. Freud nos trae al humor como la única vertiente amable que ha encontrado del superyó. Dice que es el superyó quien habla en el humor de manera amorosa al yo. Vertiente que signa acorde a su proveniencia de la instancia parental. Esta idea del maestro me convocó a pensar sobre lo humorístico en la infancia. Vemos comúnmente en niños pequeños el enojo que les provocan algunas expresiones que para los adultos son chistosas, por no contar con la duplicidad de sentido, duplicidad que no es propia de la primera infancia. Es necesario que se hayan efectuado algunas operaciones para que algo de esto pueda advenir. Entiendo que la atención que ponemos a que algunas de estas funciones de la palabra surjan, justamente tiene que ver con la orientación en las sesiones con niños en relación al armado subjetivo. Leyendo algunos pasajes de "El chiste y su relación con lo inconsciente"(1905) en los que nos relata cómo los niños producen con su ingenuidad efectos risueños en los adultos sin lograr entender la razón de esa risa provocada, pues el efecto se produce por la resonancia en el adulto gracias a su disposición metafórica, si es que cuenta con ella.
Recuerdo una pregunta que le realicé a un niño en relación a un nuevo amigo que se estaba haciendo: "¿Es macanudo Fulano?" A lo cual me responde: "Ahora que lo decís sí, se la pasa haciendo macanas."


Cinthya Sau
cinthyasau@gmail.com


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