< Moebiana71 / Convocatoria
Para el psicoanálisis resultará crucial situar la función de la angustia en la dirección de la cura y propiciar un empalme posible de la misma con el acto analítico.
Más allá de la angustia como fenómeno clínico fundamental, ella cumple una función, obedece a una lógica. Será de suma importancia, entonces, situar esa lógica para servirnos de la angustia como un recurso, como brújula en la dirección de la cura1, como posibilidad de que se articule el sujeto en el campo del deseo.
Entrando desde el Seminario RSI, para articularlo con la posición de Lacan en La angustia, el goce del Otro avanza en movimiento dextrógiro porque el sujeto queda situado en el fantasma como objeto del deseo del Otro (Seminario 10). Avanza lo real sobre lo imaginario, la angustia como nombre del padre es la respuesta del sujeto2.
En el pánico, que no es la angustia señal a la que se refiere Lacan en el Seminario 10, podemos decir que se llega a un punto extremo. Importantes dificultades surgen aquí para hacer pasar por la castración al gran Otro, lo cual, a su vez, especifica una modalidad de goce. Son modos de estallido de las neurosis, donde la significación fálica colapsa momentáneamente, pudiendo llevar a la caída de la escena al sujeto; esto es, producirse un pasaje al acto que reduzca al sujeto al resto. ¿Y qué podríamos decir de la posición del analista aquí?
Si no contamos con un analista que propicie el acto ante la señal de angustia dirigida al sujeto, eso puede provocar o desembocar en un ataque de angustia panicoso. Llegan sujetos que formulan que en análisis previos se interrumpía la palabra porque el analista les cortaba las sesiones cuando empezaban a hablar. Por ende, no se teje ahí la red significante y mucho menos se llega a formular una demanda de análisis. Avanza el goce del Otro porque el Otro no se horada con la palabra. Se siente en el cuerpo el taponamiento del objeto. Puede llegar a situaciones extremas.
En cambio, la angustia señala un objeto que orienta la dirección al corte. Circunscribir la cuestión en el análisis abre a la pregunta, enlazada a la castración, a la falta. Habrá mediación simbólica, señal dirigida al sujeto. Resultará crucial situar esos significantes que bordean un goce, es decir, poner a hablar al sujeto para que las cosas no lleguen al borde del colapso, permitiendo situar allí, gracias a la posición del analista, la escena fantasmática. La angustia como señal de lo real entonces, dirigida al sujeto, que le permite recortar un significante si es que llega a operar la función lectora 3en la que ancla el deseo del analista.
La angustia no es sin objeto porque la presencia del objeto no es lo mismo que el objeto a causa de deseo. ¿De qué objeto pulsional se trata allí? Abre un trabajo de análisis. ¿Qué clase de objeto soy para el Otro? ¿Qué objeto pulsional es el que se juega en el borde a partir del significante recortado que baliza la angustia?
Una vuelta más, ¿y por qué la angustia es la antesala del deseo?
Si abrimos un poco, el aforismo nos permite orientarnos en cuanto a la dirección en los análisis. Un vector que atraviesa tres tiempos: del goce al deseo, pasando por la angustia4. Invita a pensar la dirección de la cura centrada en torno al acto. Pasar de la angustia ante el acto al acto mismo, habiéndose servido de la angustia el sujeto, uno de los Nombres del Padre, para ir más allá, punto de fuga de la pantalla del fantasma.5
Es el avance del goce, ya sea por la vía de la angustia, del síntoma o de la inhibición el que justifica nuestra intervención, de eso padecen los analizantes. El psicoanálisis es un tratamiento del goce, pero no de cualquier modo se opera aquí. El bisturí que mejor corta es la palabra, instrumento crucial del cual nos servimos para horadar al Otro como A, para que se inscriba la barradura como Ⱥ.
Por eso la angustia será brújula, el “no es sin objeto” sitúa la zona de corte. Pasar al Otro por el colador de la castración a través de la palabra propicia redistribución del goce. Se perfora el Otro y el goce se especifica fuera del marco, más allá de la angustia, dejando sentadas las bases para “liberar el sinthôme” 6si el acto se ha producido.
Liberar el sinthôme es un modo que encuentra Lacan para referirse a ese producto del análisis que constituye una nueva escritura que se especifica en un hacer, habiendo arribado el sujeto al límite del bien decir del síntoma, pasando por la angustia. Más allá del Padre encuentra su articulación en RSI, más allá del “padre síntoma” 7que anuda, eso sería liberar el sinthôme. Ese cuarto queda a cuenta del sujeto, impacta sobre los goces, abre un punto de fuga al infinito que invita al encuentro con lo real propio de otra lógica, la de lo femenino.
Rodrigo Echalecu
rodrigoechalecu@yahoo.com.ar
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1Así lo propone Lacan en el Seminario 10 La angustia. Paidós editores.
2Estos desarrollos pueden seguirse en RSI. En la clase del 21 de enero de 1975 se encuentra el dibujo del nudo que lo ilustra. Traducción de Rodríguez Ponte (EFBA).
3Debemos al Cartel de Biblioteca de la gestión de la EFLA 2019-2021 haber acuñado este luminoso término que hace, a su vez, a la posición del analista. Puede consultarse el Informe de Gestión del Cartel de Biblioteca, Jornadas Momento de Concluir 2021.
4AIbid 1. Puede consultarse el Seminario 10. Allí Lacan establece claramente esta terna temporal.
5 En RSI Lacan plantea 3 Nombres del Padre: en lo Real (la angustia), en lo Imaginario (la inhibición) y en lo Simbólico (el síntoma).
6Lacan acuña este modo de expresarse cuando se refiere al sinthôme como cuarta cuerda que anuda RSI. Ver Seminario 23 El sinthôme. Paidós editores.
7 J. Lacan. Seminario 22 RSI. Padre-Síntoma como cuarto anudante no será lo mismo que sinthôme.