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Cartel de Extensión

por Borda Cristina, Echalecu Rodrigo, Lujan Claudia, Scottini Leticia

¿Por qué la guerra? Reseña y comentarios.

El pasado 30 de marzo, el cartel de extensión de la escuela Freud Lacan de La Plata, realizó una presentación a través de la plataforma Zoom, donde invitó a la comunidad a dialogar acerca de ¿Por qué la guerra? Propuso un espacio para intercambiar y debatir, acerca de lo que el psicoanálisis, puede o no aportar ante el sufrimiento que despierta el hecho de que la humanidad se encuentre sacudida en su esencia.

Como escuela de psicoanálisis, nos encontramos insertos entre las instituciones de la cultura que habitan nuestra región y es desde allí que invitamos al debate. ¿Por qué la guerra? ¿Tiene el psicoanálisis algo para decir?

La pregunta se la hizo Einstein a Freud por vía epistolar en Julio de 1932, unos años después de los sucesos acaecidos de la Primera Guerra Mundial, faltando apenas unos pocos años para que estallara la Segunda.

Tres integrantes del Cartel ofrecieron sus lecturas ante esta convocatoria, y recorrieron sus lecturas no sin anudarla al subtítulo propuesto para la actividad: “Pulsiones de vida y de muerte”.

La introducción de este subtítulo permitió correr el eje, de las cuestiones de poder y dominación, del puro prestigio y rivalidad; para poder abordar lo esencial de la vida humana que es el anudamiento de las pulsiones de vida y de muerte. Las pulsiones nunca actúan aisladas.

Entonces, ¿será que la guerra sacude este anudamiento y provoca un desorden en el imaginario, desconoce lo simbólico y altera lo real?

En la carta de respuesta, Freud se pregunta: “…¿por qué nos indignamos tanto contra la guerra, usted y yo, y tantos otros? ¿Por qué no la aceptamos como una más entre tantas dolorosas miserias de la vida?”

“La guerra, en la que no quisimos creer, ha estallado ahora y trajo consigo la desilusión…sangrienta y devastadora…arrasa todo cuanto se interpone a su paso…destroza los lazos comunitarios entre los pueblos…amenaza dejar como secuela un encono que por largo tiempo impedirá restablecerlo. Entonces, ¿por qué la guerra? Bajo la influencia de la educación y la cultura, las malas inclinaciones del hombre son desarraigadas y sustituidas por inclinaciones a hacer el bien. ¿Cómo es que en los casos así educados pueda la maldad volver a aflorar con tanta violencia? En sí las mociones pulsionales no son ni buenas ni malas, la investigación psicoanalítica descubre que la esencia más profunda del hombre consiste en mociones pulsionales que son del mismo tipo en todos los hombres, el asunto es que tienen por meta la satisfacción de ciertas necesidades e intereses; la cultura propone que estas mociones pulsionales sean inhibidas, guiadas hacia otras metas y otros ámbitos, se fusionen con otras, cambien sus objetos”.

El asunto es que hacia 1915 Freud aún no encuentra respuesta al hecho de por qué los individuos se menosprecian, se odian, se aborrecen aún en épocas de paz. Se esfuman las adquisiciones éticas y restan las actitudes anímicas primitivas, arcaicas y brutales. Dice de ello “es bastante enigmático y no sé decirlo”.

No se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir, puede en cambio intentarse desviarla lo bastante para que no encuentre su expresión en la guerra. La guerra es un desborde de la pulsión de destrucción. Aquello que establezca ligazones de sentimientos entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra; estos esfuerzos fueron infructíferos para evitar la guerra en aquel entonces y en el nuevo milenio.

Sería una utopía pensar que se puede someter la vida pulsional a la dictadura de la razón o al orden institucional; la cosa no funciona así.

Freud se encontró que los soldados que venían de la guerra repetían en sus sueños la situación traumática. ¿Por qué? Se sueña con la guerra o con la bomba. Por otro lado, ¿Porqué el niño cuando simboliza un juego acentúa y repite en ocasiones lo traumático por sobre el júbilo placentero? ¿Cuál es el principio rector? Ahí Freud no duda en nombrar a ESO como manifestaciones de la pulsión de muerte y lo llama compulsión a la repetición, se repite lo traumático. Se trata de un goce que está en juego para el sujeto, goce que no es placer ni displacer sino más bien de estirpe masoquista que aparecerá en los análisis desplegado en el fantasma y articulado al objeto a.

El goce sin freno lleva a que el trayecto que realiza la pulsión se acorte, la pura vida, el puro goce, lo Real puro hace que se alcance la muerte antes; sin mediación simbólica.

Sin embargo, si se hace pasar ese goce por la castración y la ley de la palabra, se acentúa otro tiempo en el trayecto pulsional, que es el de lo simbólico, donde Lacan ubica en el nudo, justamente, “Muerte”. La ley del significante horada al goce, mata la cosa, posibilitando que el sujeto pueda circunscribir y ubicar los significantes del deseo, hablando. Hay desprendimiento del Otro, se puede interrogar su deseo o su mero capricho.

La apuesta del analista es que se produzca como acontecimiento la articulación y efectuación del sujeto en el campo del deseo, que le permita a alguien no quedar arrasado por un goce abrumador.

Lo inconmensurable en cada uno, ubicado en el lugar de la esperanza es algo que ningún discurso ha podido capturar y poner a producir para beneficio de otros.

De lo presentado por los tres integrantes podemos concluir, que la cultura es reguladora de las mociones pulsionales, anudando los registros de la realidad humana, establece un orden que puede ser normativo para cada uno para poder vivir y discernir la relación al otro. Más nunca podrá establecer una orden a acatar por todos, dado que estaría alterada la lógica. No hay creación cultural hecha por la humanidad, hay humanidad porque hay cultura.

En palabras de J.C Milner, podríamos decirlo así: “¿Por qué hay culturas y saberes, más bien que nada? Porque la cultura y los saberes responden a una demanda de supervivencia.

La revolución cultural estaba en lo correcto al señalar que la supervivencia constituía la piedra angular de toda cultura en general y de toda política en particular…la política responde a una filosofía de la supervivencia. La supervivencia es el axioma fundador de una política posible y no su consecuencia”.

“Todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra” decía Freud; también nos deja a los analistas una gran responsabilidad. Quizá no podamos abolir las guerras del mundo, pero tal vez podamos hacer algo con las guerras personales, con las guerras que desatamos con nuestro Gran Otro. Un movimiento que, sin duda afecta, impacta en el lazo social. Se tratará entonces de encontrar el mejor modo de sobrellevar la paradoja de vivir enlazado a la vida y la muerte. Encontrar las mejores condiciones para no callar, ni hacer callar.


(Edición y recopilación de los textos presentados por los integrantes del cartel en la actividad del 30 de marzo, a cargo de Cristina Borda)




Cartel de Entrada y permanencia

por Sandra Alderete, Claudio Gómez, Lucia Isassa, Mariana Pereyra

Tenemos el agrado de comunicar y darle la bienvenida a Andrea Salvatierra, quien ha ingresado recientemente a la escuela como participante. Le deseamos un fructífero y productivo trabajo de escuela.



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