Fragmento del trabajo leído en las IV Jornadas de la EFLA: “La eficacia del psicoanálisis: efectos de un lazo inédito”, 2014.
“Para la psicopatología de la vida cotidiana, otro campo consagrado por otra obra de Freud, està claro que todo acto fallido es un discurso logrado, incluso bastante bellamente construido”1
El acto fallido es aquel que por pifiar en su objetivo requiere del análisis del decir, poniendo así de manifiesto aquello que en él responde: la Otra escena. El hallazgo de los actos fallidos constituye la evidencia de la Otra escena que nos determina. Se trata de actos que valen porque fallan su cometido.
Muy de entrada para Lacan el acto fallido, de fallido tiene muy poco. En el Seminario 1 afirma que “en la vida la verdad alcanza al error por detrás. En el análisis la verdad surge por el representante más manifiesto de la equivocación: el lapsus, la acción que impropiamente se llama fallida (…) Nuestros actos fallidos son actos que triunfan, nuestras palabras que tropiezan son palabras que confiesan, palabras que traen la verdad. Si el descubrimiento de Freud tiene un sentido solo puede ser éste: la verdad caza al error por el cuello en la equivocación”2.
Al inicio del Seminario del Acto Lacan dice que el Psicoanálisis, en tanto praxis, “se supone que hace algo”3. Un acto tiene un efecto, ¿pero cuál o sobre qué?
Aclara que la poesía también hace algo, pero hay una diferencia. Tal vez porque la poesía provoca efectos sobre quien la escribe, el propio poeta. De hecho, la pregunta que pronto se formula es dónde está el acto, ¿del lado del que se equivoca o del lado del que hace la lectura en un segundo tiempo?
El equívoco, el lapsus, lo inesperado, la aparente vacuidad de los pequeños e insignificantes actos sintomáticos, necesitan ser tomados en un segundo movimiento por la dimensión significante para ser acto. Siguiendo a Freud Lacan dice que ese acto sintomático tiene algo, que lo prepara para la lectura significante. De allí que el acto será la lectura del acto, après coup.
Luego realiza un contrapunto entre acto y acto fallido: partiendo del acto fallido cierne lo fallido del acto.
“La primera forma del acto inaugurada por el psicoanálisis es el acto sintomático, del que se puede decir que nunca es tan bien logrado como cuando es un acto fallido”4.
Y es que la dimensión propia del acto es el fracaso.
El discurso se torna logrado cuando el saber hace falla. El acto analítico recortará ya no el equívoco sino que operará la puesta en acto de la falla, marca de inadecuación entre goce y significante: el S1, que entre los significantes es el significante del cual no hay significado y, en lo que toca al sentido, simboliza su fracaso.
El discurso analítico es el que lleva al analizante hasta los límites de su decir, allí donde inscribe el fracaso en lo que toca al sentido, la imposibilidad de decir todo lo verdadero.
Ahora bien, Lacan se pregunta: “¿Qué pasa con aquellos que ejercen este acto de tal modo que pueden clasificarse como profesionales? Ciertamente de este acto en tanto se hace profesión, resulta una posición de la que es natural que uno se sienta asegurado por lo que sabe, lo que tiene de experiencia. Pues bien, el acto analítico atañe a los que no hacen de él profesión. Se trata de algo así como una conversión en la posición del sujeto en cuanto a su relación con el saber”5.
He aquí que Lacan introduce, parafraseando a Erasmo, su elogio a la boludez. Y lo hace en el momento de dar el paso esencial concerniente al acto analìtico. La boludez no es algo fácil, dice; señala una particular función de desconocimiento. Lo que se desconoce es lo que merece representarse con el término boludez. Jugando con déconait, “él boludeaba” (pretérito imperfecto) homófono de “él desconoce” (presente) llega a decir que el estatuto de la boludez no surge en presente, sino siempre en imperfecto.
La verdadera dimensión de la boludez es con lo que tiene que vérselas el acto analítico.
Y dice que ésta no es tanto “la verdad de la boludez como la boludez de la verdad”6.
El acto analítico viene a operar lo que el acto fallido intenta ocultar (fallidamente): las consecuencias del acto, que son siempre insoportables; el acto siempre apunta a disolver el sentido. Partimos del síntoma como metáfora hacia el síntoma vaciado de verdad al final del análisis. Es decir que se trata de que el sujeto cierna algo de la boludez de sus grandes verdades.
Para concluir:
Quiero compartir con ustedes un recorte de “Psicopatología de la vida cotidiana”, recorte que lo es a su vez de otro, realizado por Freud, cuando toma un bello fragmento de la novela de Strindberg, “Las habitaciones góticas ”:
Después de un rato el conde llegó realmente y se acercó a Esther con calma como si la hubiera convocado para un encuentro:
-¿Has esperado mucho?-preguntó con voz apagada.
- Seis meses, como tu sabes- respondió Esther-Pero, ¿me has visto hoy?
- Sí, hace un momento en el tranvía, y te mirè a los ojos de suerte que creía hablaba contigo.
-Muchas cosas han sucedido desde la última vez.
-Sí y yo creí que todo había terminado entre nosotros.
-¿Cómo es eso?
-Todos los pequeños regalos que tenía de ti se hicieron pedazos, y de misteriosa manera. Y ésta es una antigua advertencia (…)
Por otra parte, el anillo que me regalaste ha perdido la piedra, y no se deja reparar, él no se deja. ¿Quieres ahora separarte de mí?...7
anabellaottaviani@gmail.com
1Lacan, Jacques. Función y Campo de la palabra en el lenguaje, Escritos I.
2Lacan, J. Cap. “La verdad surge de la equivocación”. Seminario Libro 2: Los escritos técnicos de Freud. Ed. Paidós.
3Lacan, J. Clase 1,15 de noviembre de 1967, Seminario Libro 15: El Acto psicoanalítico. Versión inédita.
4Lacan, J. óp.cit., clase 3, 29 de noviembre de 1967.
5Lacan, J. óp. cit., clase 2, 22 de noviembre de 1967.
6Lacan, J. óp. cit, clase 2.
7Freud, Sigmund. Cap IX: Acciones casuales y sintomáticas, en Psicopatología de la vida cotidiana.