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Escritura e inscripción. 20 años de escuela

por Silvina Naveiro


El texto que se presenta luego de estas palabras preeliminares fue producido para la Moebiana 65 “¿Por qué la agresividad?” de 2019. Es un texto escrito en una bisagra de mi formación en la escuela, ya que es una escritura antecedida por mi inscripción como miembro en la efla, luego de haber circulado como participante. Posibilidad de que esta nueva inscripción produzca escritura, junto a otros, apostando a la transmisión del psicoanálisis desde el sesgo de cada uno.
¿Es la inscripción que produjo escritura o se escritura la inscripción con el texto arrojado/publicado a la revista de la escuela? Posiblemente se trata de pensar la escritura más allá del papel y la inscripción más allá del nombre que la certifique. Es que no hay trabajo de extensión que no implique una transformación en intensión del que habla.
La escuela es el lugar donde el analista testimonia de su clínica y al escribir algo de este hacer puede leerse y darse a leer ya que el acto de escribir produce una marca que convoca a ser leída.
Por otro lado, también la Moebiana 65 es una revista de la que participé en su hechura, desde el cartel de publicaciones 2018-2019, constatando los efectos de lectura y de sorpresa que se producen al trabajar en un cartel de dirección. Efectos que nos trabajan y causan en un recorrido que va de la intensión a la extensión y de la extensión a la intensión en su dimensión moebiana.

Moebiana 65:¿Por qué la agresividad?
En esta época que está tan signada por la palabra violencia (violencia de género, violencia escolar, violencia en el fútbol), resulta ordenador retomar el texto de Lacan “La agresividad en psicoanálisis” y preguntarse si la agresividad, tal como él la considera, permite esclarecer los fenómenos de violencia.
Lejos de un otro que se encuentre afuera, en un espacio exterior al individuo, el psicoanálisis nos hace encontrar con un Otro que nos habita. El yo encuentra su origen en la imagen del otro cumpliendo función de espejo. Esta relación de identificación es libidinal: el júbilo es signo de ello.
Porque ese yo es otro, hay una dualidad irreductible: a la cautivación erótica se agrega siempre, por estructura, una tensión agresiva: yo me encuentro ahí y, a la vez, yo me encuentro con otro ahí. La agresividad forma parte de la constitución subjetiva en la neurosis.
Entonces es imposible extinguir al otro, aniquilarlo, hacerlo desaparecer. Al perder al otro, me pierdo. La apuesta en el análisis es distinguir el yo del sujeto y descubrir que ese otro, con el que se juega la tensión agresiva, es yo.
Pero el sujeto no se reduce a esta identificación especular: “la identificación edípica es aquella por la cual el sujeto trasciende la agresividad constitutiva de la primera individuación subjetiva” . Esta identificación permite contar con un rasgo extraído del Otro, allí donde era puro espejo.
Ahora bien, si pensamos en el grafo, el yo es una respuesta imaginaria a la falta del Otro, y conmoverlo en un análisis también conlleva el encuentro con la angustia. A veces, esto puede producir como efecto un malestar de desalojo en aquellos sujetos a los que les es insoportable el encuentro con la falta.

Botín de guerra
En la vida cotidiana se juegan pequeñas batallas, luchas épicas, hasta videojuegos de guerra que conllevan distintos tipos de afecto en la relación con los otros. No son guerras entre naciones, pero diariamente nos encontramos siendo partícipes de alguna contienda.
Hace un tiempo, recibí el llamado del padre de un paciente adolescente que no estoy atendiendo actualmente. Me pedía que intervenga en la guerra que lleva hace años en tribunales contra la madre de su hijo con un certificado que, en esa batalla, jugaría a su favor. Luego de preguntarme qué se me demandaba en ese pedido, le expliqué que podía hacer el certificado pero que antes él tendría que hablar con su hijo para saber si estaba de acuerdo con esta decisión y luego yo me comunicaría. La intervención apostaba a reinstaurar la circulación de la palabra, del padre con el hijo, del analista con el padre y del analista con el sujeto en cuestión. Esta intervención era posible al abstenerme de responder a la demanda del padre que ubicaba al hijo como un botín narcisista a ganarle a la madre.
Lacan se refiere al diálogo como el recurso a la palabra que propicia el análisis y sitúa que “el diálogo parece en sí mismo constituir una renuncia a la agresividad” . Diálogo que en el análisis se singulariza por el uso de la regla fundamental por el paciente y la abstinencia del lado del analista. La palabra como terceridad permite la salida de la trampa imaginaria pero esto implica una renuncia, es decir, la pérdida de una satisfacción; en este caso, renunciar al botín de guerra.

silvinanaveiro@gmail.com

1Lacan, Jacques. La agresividad en psicoanálisis. Escritos 1. Editorial Siglo XXI. Pág 110