Este texto lo presenté el 6/9/2019 por la grata invitación que recibí del Cartel de Entrada y Permanencia a participar en el coloquio titulado " En la permanencia se teje la pertenencia y la entrada".
La invitación fue una ocasión para decir de mi experiencia: ¿por qué una escuela para el practicante del psicoanálisis y qué significa para mí, junto a otros hacer escuela?
Tuve el gusto de compartir el coloquio con Fernanda Sommer, Maria José Colombo, Silvina Fondra, Soledad González.
Intentaré bordear con algunas letras mi experiencia de hacer escuela.
En “Mi enseñanza" el maestro francés nos dice: “en el inicio está el lugar”, en tanto el origen está perdido.
El 18 de diciembre del 2004 fundamos la Escuela Freud –Lacan de la Plata. Ese acto creador, inaugural me produjo una transformación en tanto practicante del psicoanálisis. Es en el a posteriori que puede leerse dicho acto.
El nacimiento de la escuela emergió de un sueño. El de contar con otros para formarnos como analistas.
En nuestra Acta de Fundación decimos que nos reunió el quehacer clínico y el estudio del psicoanálisis.
En el tiempo previo, el de la “prehistoria” nos llamamos grupo de intercambio clínico. Pasado un tiempo fundamos la escuela. Fue el fruto de un arduo trabajo en transferencia con nuestros maestros de los cuales somos deudores: Freud y Lacan. Además de la deuda que contrajimos entre nosotros y con analistas contemporáneos. Parafraseando a Freud tuvimos la “osadía” de dar vida a la Efla.
Escuela tejida con sus dispositivos que contornean y arman su cuerpo, produciendo trama discursiva.
Dispositivos de escuela: Cartel, Pase y Seminario anudan la práctica de escuela.
Lacan recorta el significante “escuela”, acuñándolo de las escuelas de la antigüedad. Refugio contra el malestar en la cultura, lugar fértil para propiciar la formación de los analistas, producir analistas uno a uno e investigar el lazo social entre ellos.
Habla de “trabajadores decididos” para el avance de la causa analítica. Atravesados por la experiencia de su análisis personal, control y formación teórica anudados a la práctica de escuela.
¿Por qué entramos y permanecemos en la Escuela?
La entrada se produce a través de un pedido. Se dirige, una carta al cartel de entrada y permanencia.
Producida la entrada, genera efectos en el cuerpo de la escuela: cada entrada es singular; causando nuevos entramados. Respetando, aceptando los diferentes tiempos de formación de cada miembro y participante. Llevando a cabo un trabajo con otros en movimiento deseante y en transferencia de trabajo. En el Acta de Fundación de nuestra Escuela podemos encontrar el propiciar el encuentro entre pares en el respeto por la imparidad más radical.
Al decir de Lacan: “volverse responsable del progreso de la escuela, volverse psicoanalista de su experiencia misma”1.
La permanencia requiere del compromiso de cada uno de nosotros de llevar adelante el trabajo. Es fundamental el paso por los diferentes espacios desde la dirección, al trabajo en carteles de dirección y de escuela. Si se acepta estar en comisión directiva por deseo y compromiso es valioso contemplar haber hecho un tiempo suficiente la experiencia de hacer escuela.
Quien entra a la escuela tiene la posibilidad de enlazarse y realizar su formación con otros. Poner en causa la tarea y el proyecto de trabajo hace al lazo entre analistas.
En el devenir “de hacer escuela” se produce y reproduce la entrada y la permanencia. Entramos y salimos cada vez, anudados en lazos de trabajo.
La potencia creadora se produce en el trabajo con otros, ello constituye el núcleo de la permanencia. Circulando por los diferentes espacios la permanencia se va tejiendo.
Destaco como necesario contar con una escena y que esta no sea cualquiera, donde poder emitir y poner a circular la palabra. Esa escena debería ofertarla la escuela, donde lo esperable es que nos encontremos con interlocutores serios. Debido a que no existe la formación “autodidacta”, dicha formación es en transferencia con y junto a otros.
En acto con los dispositivos en función, se va tejiendo el discurso analítico, cada vez. Dispositivos que resguardan la falta.
En la escuela se produce el pasaje moebiano de la intensión a la extensión. Pasaje que nos permite sostener la interrogación acerca de los fundamentos de nuestra praxis en tanto praxis de lo real. Causandonos a seguir investigando, formalizando la clínica y trabajando en la extensión.
Hacer escuela nos permite reinventarnos y reinventar el psicoanálisis.
Hoy el discurso analítico no está pasando por un buen momento, podríamos decir que se encuentra con algunos escollos. Lo acosan discursos pretendidamente científicos que erradican al sujeto de la palabra. Ofreciendo en abundancia objetos, fármacos, ensalmos que pretenden calmar “el penar de más”.
Es responsabilidad de cada uno de nosotros el porvenir del psicoanálisis. El psicoanálisis no se enseña, se transmite.
Nuestra responsabilidad radica en sostener el deseo del analista y la práctica de escuela. Hacer escuela, mantenerla “viva” es nuestra ética para sostener la hiancia estructural.
La apuesta es a no cerrarnos, no sacralizar los textos haciéndolos dogmas totalizadores. Sosteniendo la interrogación, reflexión e investigación.
La escuela debiera constituirse en el lugar donde no se diriman los narcisismos de las pequeñas diferencias en detrimento del avance del psicoanálisis.
Se trata de defender un discurso inédito, inscripto en la cultura desde hace más de 100 años.
Es imprescindible que la escuela aloje y ofrezca un lugar hospitalario para reflexionar y buscar salidas posibles a este momento que pasa el psicoanálisis ante el avance de las ofertas de las que hablé más arriba.
Volvamos un instante a la escuela como refugio contra el malestar en la cultura. Estamos advertidos que el malestar es inherente al ser humano, este es inevitable e ineliminable. No hay asepsia posible ante su avance. La apuesta es a dosificar, domeñar los goces de los pequeños narcisismos sublimándolos y convirtiéndolos en trabajo con otros, con el prójimo. Freud nos advirtió que una de las fuentes del malestar en la cultura, es el lazo con los otros. Es lo más complejo de maniobrar pero con entusiasmo y buen enlace es posible de atemperar.
Para finalizar quiero expresar mi emoción por seguir entrando, trabajando, permaneciendo, perteneciendo, celebrando cada vez. ¡Es una verdadera alegría celebrar 20 años de escuela!
Es nuestra tarea sostenerla con actos, buen enlace y un clima afectuoso que siempre es propiciador y vital para el avance y persistencia del discurso analítico.
Brindo por su por-venir.
alderetesandra@hotmail.com
1Lacan, Jacques. “Proposición 9 octubre de 1967”, en: Otros escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012.