< Moebiana73 / Convocatoria

Ética. Deseo del analista. Acto analítico.

Presentado en: Jornadas de escuela. EFLA. Abril 2023

por Leticia Scottini


El texto aquí presentado lo elegí en rememoración de aquel acto realizado junto a otros compañeros el 18 de diciembre de 2004 donde firmamos el Acta de Fundación de la Escuela Freud Lacan de La Plata, luego de la realización de las Primeras Jornadas de escuela. Que tal acto haya sido realizado luego de las Jornadas simboliza para mí el compromiso con el trabajo por el desarrollo del psicoanálisis. Este hacer escuela, no es sin que precipite en la intención el posicionamiento de cada analista, respecto de su deseo, deseo de analista. Y con ello el augurio de que así lo siga siendo.
En lo que refiere a la práctica analítica, para comenzar a introducirnos en el tema de la ética: No se trata de desear el bien al paciente sino del bien decir del inconsciente.
Lacan se pregunta respecto del artificio de la transferencia sobre el deseo de analista. ¿De qué se trata el deseo de analista? Qué debe lograrse en alguien para que sea analista. El concepto deseo de analista Lacan no lo abandona hasta el final de su obra.
La transferencia tiene que ver por un lado, con la adjudicación al analista del lugar de sujeto supuesto saber producido por el analizante, donde le supone un saber al otro que al sujeto le falta. Lo que el analista devuelve es la falta de saber que, en todo caso, ese saber va a precipitar del lado del analizante. Por otro lado la transferencia tiene que ver con el lugar en el que se ubica el analista, lugar de semblante de objeto “a”, más bien se ubica desde el lugar de la falta de objeto “a” para operar.
Ahora bien, Lacan con el término “deseo de analista” va a acentuar qué sucede del lado del analista en la transferencia.
Deseo de analista se trata de una función tal como se entiende en matemáticas o en lógica.
En el Seminario VIII La Transferencia en el capítulo VII Lacan plantea algo interesante en relación al analista. Si la castración ha de ser aceptada en el término último de un análisis, se pregunta entonces sobre cuál tiene que ser el papel de la castración haciendo alusión al fantasma. Y se responde luego diciendo:

“..las coordenadas que el analista ha de ser capaz de alcanzar para, simplemente, ocupar el lugar que le corresponde, definido como aquel que le debe ofrecer vacante al deseo del paciente para que se realice como deseo del Otro”1.

Lugar vacante, es un lugar que indica una falta del lado del analista al ofrecer un vacío para que pueda ubicarse allí el deseo del paciente como deseo del Otro. Falta a soportar del lado del analista, no sólo respecto de su fantasma, sino también respecto de sus deseos, sus sentidos, sus palabras. Es necesario que no se ponga en juego allí la persona del analista, en tanto no hay intersubjetividad entre analizante y analista. Hay un solo sujeto que es el sujeto del analizante.
El deseo de analista es una función donde el analista por situarse en relación a la falta, introducida por la castración, puede ofrecer un lugar vacío, una x, lugar de indeterminación. La única determinación es la que el discurso del paciente vaya produciendo al decir sus significantes y desplegar sus objetos. Se trata de una posición subjetiva particular la que pone en juego aquel que ocupa el lugar de analista.
Podemos pensar en dos tiempos que podríamos llamar de “destitución subjetiva” para el analista. En primer lugar hay un primer tiempo de destitución subjetiva donde el analista se abstrae de usar sus propios significantes, sus deseos, sus sentidos, desocupando así el lugar que ofrece a la transferencia. Lugar ofrecido que será operado por el discurso del analizante. Una vez ofrecido ese lugar, vacío, el analizante podrá desplegar sus significantes y sus objetos. En un segundo tiempo, es necesario que el analista produzca una nueva destitución del lugar que le determina la transferencia constituída, punto en que el analizante ubicó al analista en el lugar del objeto “a” de su propio fantasma. El analista interviene horadando el objeto y desarmando así la escena. Operación que a su vez no es sin la abstinencia del analista.
De este modo, el analista es soporte de un lugar. El analizante habla. Lo que el analista lee, recorta del decir del analizante es el corte. La interpretación es un corte en acto, lo que lee un analista es un corte en acto.
En la producción de un sujeto se produce un acto, el del analista que hace que la escena del paciente cambie, al romper el sentido agujereando los ideales, en relación al registro imaginario y al producir la caída de identificaciones en relación a lo real. La intervención de un analista deviene acto por los efectos que produce en tanto opera la castración.
Lacan plantea que un acto implica atravesar el Rubicón. Se trata en el acto de una ética que lleva no sólo a soportar la falta del Otro sino que lo que lo convierte en acto es que en ese punto se desobedece una orden y el sujeto manifiesta su decisión hacia algo nuevo, se trata de ir más allá de un padre habiéndose servido de él, se trata de ir más allá de los límites que impone la identificación al padre. Traspasar la ley es inventarse algo.
Entonces, en el acto analítico, no se trata sólo de una lógica de la castración que viene a decir que de lo que se trata es de soportar la falta del Otro. Sino que se trata de una lógica que tiene que ver con lo real de la estructura, con lo real de la no relación sexual, con lo real de que hay vacío, no hay completud. Es una lógica del no- todo que nos lleva más allá del hecho de poder soportar la falta, a ir más allá de un padre. Nos lleva a poder hacer algo con ese real que nos habita en relación a inventar una vida distinta, a poder encontrar, armar algo nuevo.
La Ética en psicoanálisis no aspira a reflexionar sobre el ideal, el bien y las formas de alcanzarlos, ni a dirigir el comportamiento humano. La ética se articula a partir de la ubicación del hombre en relación con lo real. Se trata de poder soportar la falta que el mismo real nos propone en tanto lo real es el vacío, es el agujero enmarcado, es lo que no se sabe, lo que queda por fuera de lo simbólico, y se trata de poder ir más allá de un padre al crear algo propio.
Ahora bien, ¿cómo se podrían articular ética, deseo de analista y acto analítico?
La apuesta comienza en el analista. En tanto la experiencia del análisis es la experiencia de la castración que introduce la falta, de poder situarse de otro modo en relación a la misma. Lo que irá dando al mismo tiempo la posibilidad de crearse una vida.
A partir del desarrollo en relación a estos conceptos que nos propone Lacan, hay algo inédito que surge de la relación entre los mismos, que es el sujeto como efecto.
Retomando el punto en que el analista se ubica en el lugar de la falta de objeto “a” para operar, implica soportar la falta del Otro y la propia. El acto, que se lee a posteriori, implica una lectura del analista que produce un corte en el cuerpo del sujeto al intervenir, creando otra superficie. El acto corresponde al analista, dejando al analizante en las puertas del mismo, de crear algo propio.
De ésta manera la práctica psicoanalítica en la intensión se traducirá en el campo de la extensión de la escuela y de la vida del sujeto. Un acto no es sin consecuencias.

mlscottini@yahoo.com.ar

1Lacan, Jaques. Seminario Libro VIII, La Transferencia, clase VII, página 20. Texto traducido por Ricardo Rodríguez Ponte, para circulación interna de la Efba.