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Prácticas de Escuela

Imagen practicas
Ilustración: Un paseo por el cielo de Grandville

Jornadas de la CERAU, Montevideo 2024

El lazo con el otro, su ruptura y la apuesta por la palabra

por Claudio Gómez (lectura del texto), Sandra Alderete, Mariana Pereyra, Leticia Scottini, Alejandra Di Nubila, María Beatriz Pagano, Virginia Nucciarone, Anabella Ottaviani.

Hay un nudo en el cual la relación al otro, implica aquello que, en la práctica analítica, situamos en varias oportunidades en relación al goce y al deseo. Es decir, aquello que Lacan ubica como el objeto a minúscula.
Si identificamos que, al lazo con el otro le son inmanentes distintas vías por las cuales el goce se presenta por la vertiente de la intolerancia y la ruptura, nos será posible articular también por qué vías el psicoanálisis alcanza su eficacia. Ya que es en la experiencia analítica donde el practicante del psicoanálisis hace de la llamada “apuesta por la palabra” su decir.
Se trata por lo tanto de un decir en torno a una posición que, se encausa, en el respeto por la imparidad más radical. A partir de que aquello intolerable del otro pasa por el tamiz de la castración.

Partiendo entonces de estas formulaciones nos preguntamos: ¿Podremos pensar desde ahí la clínica cuando nos encontramos con que el odio, más allá de su carácter estructural en términos psicoanalíticos, se desanuda alcanzando su faceta aniquilante del lazo social? A su vez, ¿Qué estatuto darle al odio cuando tiene como efecto la segregación y atenta contra el cuerpo y el lazo social? ¿Es posible pensar que, situar al cuerpo como aquello a ser arrasado, implica que queda arrasada también la no relación sexual?

En este sentido ya en nuestra escuela hemos podido trabajar alrededor de lo planteado por Lacan entorno a la castración, al goce y al deseo, interrogando el siguiente aforismo:
“La castración quiere decir que el goce debe ser rechazado, para ser re-alcanzado, en la escala invertida de la ley del deseo”.
Estas líneas nos llevan a pensar que no toda separación puede entenderse como aquello que arrasa con el lazo social. Principalmente si conlleva un anudamiento que, como antes mencionáramos, implica la ley y el deseo.
Se trata de anudamientos situados como efectos de la práctica analítica que, a partir de la disponibilidad que propicia la experiencia, se producen cada vez y a partir de la hipótesis del inconsciente. De igual forma que el odio se anuda al amor a través de la transferencia.
En este sentido puede leerse en la obra de Lacan que, el goce, conmueve el principio homeostático del placer cuando se anuda en la producción del discurso y el lazo con el otro. De ahí que el otro “causa” al trabajo analítico tanto en la intensión como en la extensión, tanto como prójimo o como semejante. De la misma manera en que, la relación paradójica del deseo con el principio de placer, queda ubicada para el discurso analítico en el franqueamiento de este principio, al tiempo que es ahí, donde encuentra su límite.

De estas cuestiones es que se desprende desde nuestra práctica, el hecho de situar el objeto a en el centro del nudo Borromeo, como posibilidad de des-completamiento de cada uno de los registros. Como así también la formalización de la clínica partiendo en la experiencia de los conceptos fundamentales del psicoanálisis y la interrogación de los discursos como puesta en forma del lazo social.
Esto nos ha permitido, en la práctica de escuela, hacer del respeto por la imparidad más radical la causa de un funcionamiento que, se apoya, en la confianza en los dispositivos de escuela que Lacan nos legara.
Nos encontramos, en la experiencia de la política del síntoma, que se ha producido la puesta en forma de una función que subvierte cualquier sentido que se pretenda uniforme. Este ha sido un producto del lazo inédito que inaugura el análisis. Descompletando el goce que del sentido deviene en segregación y ruptura de una comunidad de experiencia.
La manera en la cual en el análisis se despliega el des-completamiento del goce, en una vertiente que es no toda fálica a partir de lo femenino, da cuenta de que, justamente, el psicoanálisis inaugura un lazo inédito.
Es ahí donde hemos podido situar al objeto a como causa de deseo y como aquello irreductible a cualquier uniformidad de sentido, falocéntrica o de cualquier des-anudamiento del amor y del odio en pos del “recurso humano” del que hablaba Lacan en el reverso del psicoanálisis.
Es ese respeto por la imparidad más radical por la que hablamos, aquello que atraviesa, a nivel del cuerpo y la pulsión al parlêtre.
Si la práctica nos muestra que, en un psicoanálisis, se hace posible hacer pasar por el trabajo analítico aquello que se ha denominado goce del Otro. Esa misma práctica nos indica que, de acuerdo a ese pasaje, el análisis produce una relación otra del sujeto en torno al cuerpo y la pulsión.
Si decimos que la posición del sujeto con respecto a lo real, a partir de que se atraviesa y se es atravesado por la experiencia analítica, produce efectos en el lazo con el otro. Ya sea a partir del prójimo o en aquello que atañe al semejante. Uno de esos efectos también puede pesquisarse, entonces, en aquello que toca el cuerpo a partir de la castración.
Apostamos, tal como se estableció en el escrito presentado en Barcelona en el año 2023, al surgimiento del sujeto en el campo del deseo, cuestión que orienta nuestra clínica y la ética analítica. Es ahí donde hemos situado el eje ético de la escuela, a partir del cual resulta posible producir los anudamientos que en los dispositivos resguardan la falta.
Entre la intensión y la extensión, por la vía de la causa analítica, se pone en juego la transmisión de una experiencia.
Por lo tanto, en aquello que se refiere a la extensión, sostenemos lo planteado en aquel tiempo, donde ubicábamos la diferencia entre la extensión y la ambición de una expansión que atenta contra el discurso mismo del psicoanálisis.