La Revista Moebiana se instituye en el funcionamiento de la Escuela Freud – Lacan de La Plata, apostando a la difusión y transmisión del Psicoanálisis.
En el Acta de Fundación leemos un proyecto de publicaciones a sostener para difundir lo que ocurre, se investiga, y se produce en la efla. La sucesión de carteles de publicaciones que desde el año 2004 vienen trabajando en relación a ese proyecto, hace movimientos, poniendo a circular la revista como producto a leer cada vez. Trabajo de escuela, “hacer haciendo”, enlazando lectura y escritura.
El nombre “Revista Moebiana”, alude a una topología que da cuenta del efecto sujeto para el psicoanálisis, también de la articulación entre intensión y extensión.
La Revista, en cada número, comienza con la convocatoria, inicia el trayecto ubicando un título significante que llama a la escritura. Plantea una continuidad, si recorremos el material que incluye. Funciona como corte, dando cuenta de un momento puntual del trabajo en la escuela. Un acto de desprendimiento, si aceptamos poner en circulación lo producido con el deseo de que retorne, desde los lectores, algún efecto. Se presenta entre sus líneas un hacer que, en tanto escuela de psicoanálisis, implica la política del síntoma.
Publicar implica la extensión del psicoanálisis, si sostiene el eje ético en el que se organiza la Escuela: la experiencia de análisis en intensión. La Revista Moebina es una reserva con la que contamos los miembros, los participantes y la comunidad analítica en general. “Moebiana” requiere escritura, armado de una trama, lectura. Tres lugares que posibilitan ubicar en qué andamos, también propicia el leernos retroactivamente, para ubicar cuál es el límite del saber y desde allí relanzar la causa. Continuidad y corte que provoca nuevos interrogantes, otras escrituras.
En este número 71, la convocatoria es “Angustia y Acto”. Rodrigo Echalecu, María Beatriz Pagano, Lisandro Inclán, Claudia Luján, Leticia Scottini y Virginia Nucciarone sitúan el valor clínico de la angustia y cómo la misma orienta el acto del analista en la dirección de la cura. Se lee, en los diferentes escritos, que la angustia implica un viraje, un movimiento, que va desde un lugar de goce, de captura narcisista, de la consistencia de ser para el Otro, hacia el desprendimiento del objeto y la autorización respecto del deseo. El modo de proceder ante ese afecto plantea qué práctica realizamos. El acto analítico acontece en el tiempo en que es preciso hacer corte, operando la función lectora. El corte, realizado en transferencia, posibilita un movimiento deseante. Requiere el acto de decir y la lógica del significante. En la escuela, en el lazo social, se constatan los efectos.
En “Diálogos”, Oscar González, Graciela Berenstein y Silvina Naveiro formalizan problemáticas actuales de la clínica, instaladas como pregunta a partir de la pandemia, resaltando la dignidad de la palabra para que se establezca una trama que haga discurso y los tiempos para el enlace.
En “Resonancias”, Flavia Martín Frías se pregunta si “¿Es un acto la escritura?”, cuestión interesante para trabajar el pasaje de lo íntimo a lo éxtimo por la vía de la publicación. El Espacio de Arte articula, en la Sección “Prácticas de Escuela”, algunos ecos de la primera actividad presencial llevada a cabo en la efla, luego del tiempo de aislamiento físico que nos impidió habitar la sede. Espacio conmovedor en el punto de encuentro de los cuerpos, puerta de entrada renovando el aire, para sostener como pregunta abierta de manera permanente: “¿Qué nos hace volver a la EFLA?” Pregunta que hace a la Entrada, a la Permanencia… y a la renovación.
El Cartel de Extensión comparte la reseña del trabajo que inaugura su conformación, a partir de una pregunta “¿Por qué la guerra? Pulsiones de vida y de muerte”. El Psicoanálisis puede decir algo ante los sucesos que sacuden al mundo, también nos compete la responsabilidad de sostener la pregunta ante el horror, posibilitando el intercambio y debate. La Efla participó, en el mes de junio, del Coloquio Internacional de Convergencia produciendo un escrito en enlace con otras instituciones - Círculo Psicoanalítico Freudiano y Encuentro Clínico Lacaniano-.
Este año, nos preparamos para la Jornada CERAU “El Psicoanálisis en la época. Cuerpo y Lazo social” que, conjuntamente con Lazos, Institución Psicoanalítica de La Plata organizamos en nuestra ciudad para recibir a otras instituciones de Argentina y Uruguay, los días 7 y 8 de octubre.
Aprovechamos, además, para convocar e invitar a la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de Recife que se llevará a cabo del 9 al 12 de noviembre.
La apuesta a la transmisión del psicoanálisis nos lleva a poner en práctica los dispositivos – Cartel, Seminario y Pase - lugares de investigación, trabajo y producción. En esa vía, en el mes de agosto se realizará la presentación de informes del Cartel de Pase que llega, de ese modo, a su tiempo de conclusión.
Los invitamos a leer estas letras, a formar parte de este recorrido.
Para el psicoanálisis resultará crucial situar la función de la angustia en la dirección de la cura y propiciar un empalme posible de la misma con el acto analítico.
Más allá de la angustia como fenómeno clínico fundamental, ella cumple una función, obedece a una lógica. Será de suma importancia, entonces, situar esa lógica para servirnos de la angustia como un recurso, como brújula en la dirección de la cura1, como posibilidad de que se articule el sujeto en el campo del deseo.
Entrando desde el Seminario RSI, para articularlo con la posición de Lacan en La angustia, el goce del Otro avanza en movimiento dextrógiro porque el sujeto queda situado en el fantasma como objeto del deseo del Otro (Seminario 10). Avanza lo real sobre lo imaginario, la angustia como nombre del padre es la respuesta del sujeto2.
En el pánico, que no es la angustia señal a la que se refiere Lacan en el Seminario 10, podemos decir que se llega a un punto extremo. Importantes dificultades surgen aquí para hacer pasar por la castración al gran Otro, lo cual, a su vez, especifica una modalidad de goce. Son modos de estallido de las neurosis, donde la significación fálica colapsa momentáneamente, pudiendo llevar a la caída de la escena al sujeto; esto es, producirse un pasaje al acto que reduzca al sujeto al resto. ¿Y qué podríamos decir de la posición del analista aquí?
Si no contamos con un analista que propicie el acto ante la señal de angustia dirigida al sujeto, eso puede provocar o desembocar en un ataque de angustia panicoso. Llegan sujetos que formulan que en análisis previos se interrumpía la palabra porque el analista les cortaba las sesiones cuando empezaban a hablar. Por ende, no se teje ahí la red significante y mucho menos se llega a formular una demanda de análisis. Avanza el goce del Otro porque el Otro no se horada con la palabra. Se siente en el cuerpo el taponamiento del objeto. Puede llegar a situaciones extremas.
En cambio, la angustia señala un objeto que orienta la dirección al corte. Circunscribir la cuestión en el análisis abre a la pregunta, enlazada a la castración, a la falta. Habrá mediación simbólica, señal dirigida al sujeto. Resultará crucial situar esos significantes que bordean un goce, es decir, poner a hablar al sujeto para que las cosas no lleguen al borde del colapso, permitiendo situar allí, gracias a la posición del analista, la escena fantasmática. La angustia como señal de lo real entonces, dirigida al sujeto, que le permite recortar un significante si es que llega a operar la función lectora 3en la que ancla el deseo del analista.
La angustia no es sin objeto porque la presencia del objeto no es lo mismo que el objeto a causa de deseo. ¿De qué objeto pulsional se trata allí? Abre un trabajo de análisis. ¿Qué clase de objeto soy para el Otro? ¿Qué objeto pulsional es el que se juega en el borde a partir del significante recortado que baliza la angustia?
Una vuelta más, ¿y por qué la angustia es la antesala del deseo?
Si abrimos un poco, el aforismo nos permite orientarnos en cuanto a la dirección en los análisis. Un vector que atraviesa tres tiempos: del goce al deseo, pasando por la angustia4. Invita a pensar la dirección de la cura centrada en torno al acto. Pasar de la angustia ante el acto al acto mismo, habiéndose servido de la angustia el sujeto, uno de los Nombres del Padre, para ir más allá, punto de fuga de la pantalla del fantasma.5
Es el avance del goce, ya sea por la vía de la angustia, del síntoma o de la inhibición el que justifica nuestra intervención, de eso padecen los analizantes. El psicoanálisis es un tratamiento del goce, pero no de cualquier modo se opera aquí. El bisturí que mejor corta es la palabra, instrumento crucial del cual nos servimos para horadar al Otro como A, para que se inscriba la barradura como Ⱥ.
Por eso la angustia será brújula, el “no es sin objeto” sitúa la zona de corte. Pasar al Otro por el colador de la castración a través de la palabra propicia redistribución del goce. Se perfora el Otro y el goce se especifica fuera del marco, más allá de la angustia, dejando sentadas las bases para “liberar el sinthôme” 6si el acto se ha producido.
Liberar el sinthôme es un modo que encuentra Lacan para referirse a ese producto del análisis que constituye una nueva escritura que se especifica en un hacer, habiendo arribado el sujeto al límite del bien decir del síntoma, pasando por la angustia. Más allá del Padre encuentra su articulación en RSI, más allá del “padre síntoma” 7que anuda, eso sería liberar el sinthôme. Ese cuarto queda a cuenta del sujeto, impacta sobre los goces, abre un punto de fuga al infinito que invita al encuentro con lo real propio de otra lógica, la de lo femenino.
Rodrigo Echalecu
rodrigoechalecu@yahoo.com.ar
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1Así lo propone Lacan en el Seminario 10 La angustia. Paidós editores.
2Estos desarrollos pueden seguirse en RSI. En la clase del 21 de enero de 1975 se encuentra el dibujo del nudo que lo ilustra. Traducción de Rodríguez Ponte (EFBA).
3Debemos al Cartel de Biblioteca de la gestión de la EFLA 2019-2021 haber acuñado este luminoso término que hace, a su vez, a la posición del analista. Puede consultarse el Informe de Gestión del Cartel de Biblioteca, Jornadas Momento de Concluir 2021.
4AIbid 1. Puede consultarse el Seminario 10. Allí Lacan establece claramente esta terna temporal.
5 En RSI Lacan plantea 3 Nombres del Padre: en lo Real (la angustia), en lo Imaginario (la inhibición) y en lo Simbólico (el síntoma).
6Lacan acuña este modo de expresarse cuando se refiere al sinthôme como cuarta cuerda que anuda RSI. Ver Seminario 23 El sinthôme. Paidós editores.
7 J. Lacan. Seminario 22 RSI. Padre-Síntoma como cuarto anudante no será lo mismo que sinthôme.
Freud en su texto Inhibición síntoma y angustia, define a la inhibición como una limitación funcional del yo. El yo renuncia a estas funciones que le competen, funciones significadas sexualmente, a fin de evitar un conflicto con el ello o con el super yo. Lacan se ocupa del tema de la inhibición en distintos momentos de su enseñanza. En este trabajo sitúo a la inhibición como fenómeno clínico de la neurosis y a nivel del deseo tal como ha sido abordado por Lacan en el Seminario X La Angustia.
Es en este seminario que Lacan elabora un cuadro de doble entrada, en un vector pone dificultad y en el otro movimiento del deseo en recupere de goce. En la diagonal coloca inhibición -síntoma -angustia, se trata de la diagonal del deseo. De este cuadro mencionado recorto: inhibición, impedimento y embarazo.
En el primer capítulo plantea que en la inhibición de lo que se trata es de la detención al grado máximo del movimiento del deseo y sitúa a la inhibición como un síntoma en el museo no solo porque no le genera al sujeto interrogación alguna sino también porque en la inhibición se muestra lo que no se puede ver y por lo tanto es difícil que el sujeto se interrogue por lo que no ve. En la inhibición se trata de un modo de ser del sujeto, que puede ser ruina o tesoro para los ojos del Otro, se trata de un yo soy así.
La inhibición como síntoma en el museo puede permanecer en esta esfera o devenir en un impedimento y es lo que sucedería toda vez que un sujeto comienza a reconocer la existencia de algún obstáculo en relación con alguna acción que no puede llevar a cabo. Para Lacan, en la inhibición ya no se trataría de una limitación funcional del yo, como para Freud, sino del detenimiento del sujeto en relación con el deseo. Por el contrario, la falta de inhibición desemboca en angustia.
Lacan se pregunta por qué y en qué se detiene el movimiento deseante, qué detiene al sujeto, por qué se inmoviliza. Lo que detiene el movimiento es quedar capturado en la trampa narcisista.
En su relectura de Freud, Lacan en relación al narcisismo elabora el estadío del espejo. Uno de los puntos que desarrolla allí es la alienación del infans no a los significantes del Otro sino a la imagen del Otro, lo que posibilita la constitución de la imagen del cuerpo unificado. También aquí, a nivel de la imagen, debe aparecer el lugar vacío que inscriba la castración, la castración como -fi, la castración imaginaria.
Tanto en la inhibición como en el impedimento, el caer en la trampa narcisista, que implica el freno del movimiento deseante, el sujeto queda retenido en su representación del Otro a nivel de la imagen, se ubica obturando la falta del Otro a nivel especular. El sujeto sostiene una imagen como tapón de la castración del Otro.
Por el contrario, en el embarazo sí aparece la división subjetiva en el sentido de que por alguna coyuntura esa captura narcisista, especular cae y emerge la angustia. En el embarazo ya no hay un sostén yoico, una consistencia imaginaria en la que el sujeto se refugie, queda expuesta su división subjetiva, por eso Lacan en el embarazo ubica el matema Ꞩ. En cambio, quien consulta por impedimentos, por no poder, sabe que algo le sucede, por eso es el síntoma de la inhibición, pero aún continúa capturado por lo especular.
Salir de la inhibición, del impedimento es quedar expuesto a la posibilidad de fallar, de quedar barrado y la cuestión a tener presente es cómo cada sujeto soporta la barra de la castración.
Sobre el final de este seminario, Lacan nos da más precisiones con respecto a la inhibición. Nuevamente da una definición diciendo que en la inhibición de lo que se trata es de la introducción en una función de un deseo distinto de aquel que la función satisface naturalmente. La inhibición implica estructuralmente un conflicto entre dos deseos, el sujeto no realiza ningún acto, se detiene así el movimiento deseante y se evita la angustia de castración. Es la eminencia del acto lo que hace que se produzca la detención sino se desemboca en angustia.
Con estas precisiones de Lacan recortamos dos elementos de estructura relacionados con la inhibición, el deseo y el acto.
En este seminario, en el apartado sobre puntuaciones sobre el deseo sostiene:
...Está claro que lo que constituye la sustancia de la ley es el deseo por la madre, y que, inversamente, lo que normativiza el deseo mismo, aquello que lo sitúa como deseo, es la ley llamada de interdicción del incesto (…) El neurótico nos muestra, en efecto, que tiene necesidad de pasar por la propia institución de la ley para sostener su deseo. Más que ningún otro sujeto, el neurótico pone de relieve este hecho ejemplar-que sólo puede desear según la ley. No puede dar su estatuto a su deseo más que como insatisfecho o imposible.1
En esta puntuación el autor relaciona deseo y ley, "la ley llamada de interdicción del incesto". Con respecto al contenido de esta ley:
Por efecto de la función de la ley, por efecto de la función paterna con la doble prohibición que conlleva (“no te acostarás con tu madre” al niño; y a esta “no reintegrarás tu producto”), el niño cae como objeto-pene de la madre y deviene sujeto en el acto de inscribir con un significante la caída de sí mismo como objeto y a la vez la falta que deja en la madre.2
De ello se desprende que para que esta ley opere es necesaria la función paterna.
En relación al acto, Lacan nos enseñó “un acto es una acción en la medida en que en él se manifiesta el deseo mismo que habría estado destinado a inhibirlo".3
Entonces, si en la inhibición dos deseos se contraponen, se trata del deseo del sujeto por estar en el campo de la neurosis, por contar con la operación de inscribir con un significante la caída de sí mismo como objeto y la falta que deja en el Otro. Por lo tanto, el deseo del sujeto implica la chance de un movimiento que tiende a ir más allá de eso que lo retiene. Al estar en juego la castración el deseo en su estatuto de infinito está operando, no así el deseo como causa, el deseo decidido. Con respecto al otro deseo en juego se trata del deseo endogámico, incestuoso.
Habilitar el movimiento deseante es ubicar al deseo como causa, que da la posibilidad del acto no sin pasar por la operación de la castración "Rechazar el goce/re- alcanzar el goce en la escala invertida de la ley del deseo".4
Procesar y desplegar la perspectiva narcisista donde el sujeto se detiene es una apuesta, en relación a la dirección de la cura, para que dos deseos superpuestos se separen, dejando caer uno, dando lugar así a la lógica de la castración y a la posibilidad del movimiento deseante en el sujeto.
M. Beatriz Pagano
te_le_ka@yahoo.com
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1 El creador literario y el fantaseo. Pág 128
Bibliografía
- Freud, S.(1905) El chiste y su relación con lo inconsciente en Obras Completas. Tomo VIII. Ed. Amorrortu. Buenos Aires.
- Freud, S. (1908) El creador literario y el fantaseo en Obras Completas. Tomo IX. Ed. Amorrortu. Buenos Aires.
- Freud, S. (1927) El humor en Obras Completas. Tomo XXI. Ed. Amorrortu. Buenos Aires
- Lacan, J (2003). La dirección de la cura y los principios de su poder en Escritos 2. Siglo veintiuno editores.
“Doctor, ¿si la inflamación no se va, el dolor vuelve?", decía una propaganda de analgésicos hace unos años. La adaptación al ámbito psi que lleva el título de este trabajo me motivó a escribir sobre Angustia y Acto, dos conceptos cuya importancia clínica nos permite pensar la dirección de la cura.
Aquella propaganda que vendía la solución al dolor y la inflamación, con un medicamento para tratar el síntoma físico, no solo vendió muchos en su rubro, sino que la oferta sobre la curación hace para nosotros psicoanalistas, una regia competencia. En la reversión de esa pregunta respecto a la angustia, nos interroga sobre el quehacer del analista, si nuestra empresa es la de eliminar el malestar o curar al paciente. ¿Curarlo de qué? ¿De la división subjetiva?
Lacan a lo largo de su obra insiste en distinguir al psicoanálisis respecto a aquellas prácticas llamadas psicológicas o filosóficas, incluso podríamos incluir a la psiquiatría médica. Prácticas que son encargadas de ofrecer suplementos respecto a la falta como dimensión del Otro y su relación esencial con la angustia. Pareciera ser más una cuestión de adaptación que una interrogación sobre lo que nos constituye como sujetos.
Constantemente va a establecer esta distinción, porque para Lacan el psicoanálisis no trata sobre fórmulas o suplementos que vengan a erradicar ciertas dolencias por medio de objetos. Sino más bien, que el psicoanálisis es una práctica orientada a lo real.
Pero es habitual que los pacientes nos consulten por dolores físicos, por ansiedad, ataques de pánico, depresión etc. Más asociado a lo fenomenológico-médico como motivo de consulta. Algunos pacientes vienen con un diagnóstico a cuestas, con un saber sobre lo que les sucede, muchas veces auto gestionando medicamentos. Portadores de un saber que los deja mudos bajo un criterio diagnóstico que esconde en sus dichos un decir inconsciente, sin que pueda haber una apertura a interrogar lo que les pasa con eso que padecen.
El ataque de pánico en su definición fenomenológica de los síntomas físicos es: latidos fuertes o rápidos del corazón, sudor excesivo, escalofríos, temblores, problemas respiratorios, debilidad o mareos, hormigueo o entumecimiento de las manos, dolor en el pecho, dolor de estómago y náuseas. Síntomas descritos por un manual diagnóstico que viene a establecer que, si tenemos varios de estos, entraríamos en esa categoría. Es decir, que todos en algún momento tendríamos un trastorno de ansiedad generalizado. A su vez, aquellos síntomas determinan el pronóstico y plan de tratamiento como guía para el médico.
Por otro lado, hay una definición del ataque de pánico como un episodio repentino de miedo o ansiedad intensa y síntomas físicos, basado en un peligro aparente y no inminente. Es decir, sin señal alguna.
Por su parte Lacan propone a la angustia como aquello que no engaña, señal de que lo que falta es la falta, por lo que la angustia tiene una importancia estructural. Allí donde la falta como lugar vacío, queda ocupado por un objeto pero que es el sujeto quien queda en ese lugar, hay angustia. La angustia no es sin objeto. La angustia es una señal en el yo para el sujeto, de una inminencia de quedar en estado de desamparo, a merced del Otro y genera un estado de expectativa.
Entonces aquí se puede establecer una diferencia con el ataque de pánico, por ejemplo. Es decir, que la propuesta de Lacan de tomar a la angustia como indicador del lugar del sujeto respecto al deseo del Otro, nos orienta respecto de una lógica del caso que promueva, como efecto, una demanda de análisis.
Es interesante que la fórmula de la angustia sea el reverso de la del fantasma. Podríamos decir que cuando el fantasma no marcha, vacila, es decir que aquella interpretación sobre el deseo del Otro queda obturado, aplastado por demandas, el sujeto queda como objeto del deseo del Otro, allí el medicamento no suple, ni repara.
¿Qué hace el psicoanalista? La propuesta en la dirección de una cura para nosotros es que el paciente hable, pero no de cualquier manera, sino que hable sobre aquello que le pasa, desde cuándo, cómo, en qué situaciones. Preguntamos por aquello que le sucede. Ahora, si en la dirección de la cura tomamos a la angustia como brújula sobre en qué lugar está el sujeto respecto al deseo del Otro, entonces uno podría empezar a situar que no es frente a cualquier cosa que aparecen los síntomas.
La imagen de la mantis religiosa que trae Lacan para pensar la angustia, allí donde no hay reflejo en sus ojos y acontece la pregunta de qué quiere el Otro, qué me quiere, qué objeto soy para su deseo, es muy interesante. En el caso de la neurosis, tiene estructura de pregunta, es una pregunta por el deseo del Otro. Enfrentarse con esa pregunta causa angustia ya que implica que el Otro, por tanto el sujeto, está castrado, barrado. Si no, no podríamos desear. Para evitar llegar al punto de confrontar la castración, es que aparece una respuesta anticipada, fantasmática. En ese sentido no tiene nada de malo ya que, como Lacan afirma en el seminario XI, que el fantasma es lo que permite al sujeto sostener su deseo. El fantasma viene a velar la castración, permitiendo que marche.
Pero frente a la repetición del ataque de pánico, como aquello que no entra en la cadena significante, que se presenta a los pacientes como arbitrario y caprichoso; que el analista pueda recortarlos y proponer una vía seria para circunscribir una falta, probablemente sea lo que propicie que un sujeto no quede aplastado por el pisoteo de elefante del capricho del Otro. Que se interrogue el lugar donde quedaría obturado el deseo implica interrogar al Otro y permite que la castración opere.
Entonces frente a la puesta en forma del sujeto respecto al deseo del Otro ¿qué sucede con el acto? Si tomamos a la angustia como antesala al acto, que implica una decisión, implica la pérdida, podríamos decir que no es sin angustia. No es sin, y esto me parece relevante, en tanto no es en ausencia sino en presencia del objeto que se pueda producir un movimiento. Un acto que no es cualquiera, no tiene las coordenadas de un acting out o pasaje al acto como recursos frente a la angustia, sino más bien que hay un sujeto advertido de que la castración es del Otro. En este punto Lacan retoma a Kierkegaard, cuando habla de la angustia y la libertad, donde la angustia es el paso previo a la libertad, pero no en términos de un “salto de fe” sino que la libertad implica un acto, una decisión sin garantías, pero no a ciegas.
Lisandro Inclan
lisandroinclan@hotmail.com
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La propuesta de esta nueva Moebiana es una invitación a hablar de la angustia, una vez más, para poder rescatar su valor clínico a la hora de pensar la dirección de una cura. ¿Qué función tiene la angustia para el psicoanálisis?
Cuando nos adentramos en este tema, con lo que nos encontramos es con que “no hay hilo”.1“Cada eslabón no tiene más sentido que dejar el vacío en el cual hay angustia”.2
La angustia desconcierta; produce desorientación, desborda las capacidades racionales y conscientes del sujeto. Es el afecto penoso por excelencia, nos dirá Freud; genera un gran malestar y se apropia de gran parte de nuestra existencia. Muchas veces confundida con la ansiedad, la angustia es lo que no engaña.
Pero no se puede estar sin hilo, o sin red, por mucho tiempo. No se puede permanecer por largo tiempo en la angustia. La angustia es un fenómeno temporal que exige resolución, o vira hacia el síntoma, o vira hacia el acto. El momento de la angustia es un momento bisagra; activa un movimiento. Bisagra entre los dos pisos del grafo que nos propone Lacan, entre el plano del enunciado y la enunciación, entre el goce y el deseo, entre el síntoma y el acto.
Angustia y síntoma se “subrogan” y “relevan” entre sí. Pareciera, dice Freud, que los síntomas fueran creados para evitar el estallido del estado de angustia.
A lo largo de su obra, Freud va dando vueltas al asunto, va construyendo el concepto poco a poco, intentando acercar alguna formalización respecto de qué es la angustia para el psicoanálisis, cómo se produce, cuál es su mecanismo y qué hacemos con ella.
Así, propone una primera teoría que será reformulada años más tarde a partir de sus observaciones en la clínica; fiel a una posición ética según la cual si los hechos contradicen la teoría hay que cambiarla.
Entonces dirá que no es la represión la que causa la angustia, sino que es a la inversa. Es la angustia la que produce la represión.
Es en “Inhibición, síntoma y angustia” donde encontramos su formalización como el retorno de un deseo pulsional reprimido que despierta en el yo una señal de angustia que activa la represión.
De todos modos, y tratando de ser prudente, Freud nos advierte que no está dicha la última palabra: ninguna novedad sobre “la concepción de la angustia y de las pulsiones básicas de la vida anímica podrá considerarse la solución de estos huidizos problemas”.3
Siguiendo los lineamientos freudianos, entonces, podemos decir, a grandes rasgos, que la angustia es un afecto que opera como faro orientador en la clínica, señalizando un peligro inminente -amenaza de castración- que atenta contra el sujeto. La angustia, nos transmitirá Freud, está al servicio de la autoconservación. Tiene su sede en el yo y se manifiesta en el cuerpo; desde el nudo en la garganta, hasta los ataques de pánico.
Con Lacan la cosa cambia un poco.
La conceptualización que el psicoanálisis hace de la angustia, a partir de Lacan, pone en el centro de su lógica al objeto a.
El objeto a con sus dos tiempos: el tiempo de presencia: objeto de goce, o su costado de ausencia: el objeto de deseo. Nuevamente la bisagra. La angustia señala la conmoción que produce el goce del objeto alojado en el fantasma, concierne a la presencia de lo que debería faltar.
Entonces, la angustia no es sin objeto. Justamente lo designa; ahí está la “cosa”. Por eso Lacan aconseja, y Freud también, “ver en qué punto privilegiado ella emerge”. 4
Esto es un dato fundamental en la clínica; justamente porque ante la emergencia de la angustia el acto del analista deberá orientarse a la máxima diferencia posible. El acto del analista reintroduce la castración allí, da lugar al vacío en el cual pueda armarse una red. La función del analista será la de volver operativa la falta.
Habrá que dilucidar en cada caso de qué objeto se trata y cuál es el goce que allí se juega.
Dejo abierta una pregunta: ¿Es la misma angustia aquella que señala la posición del sujeto en el fantasma -como objeto del Otro-; que la angustia que emerge frente a la inminencia de un acto? Como decía Kierkegaard, ¿la angustia acontece frente a la posibilidad de la libertad?
Bueno, quizá debamos dejar abierta la vía para seguir hablando de la angustia.
Claudia Lujan
claudialujanar@yahoo.com.ar
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1 Jacques Lacan, Seminario de “La angustia”. Versión Íntegra
2 Ibid 1
3 Sigmund Freud. Conferencia Nº 32. “Angustia y vida pulsional”
4 Jacques Lacan Seminario La angustia. Versión Íntegra.
EL ACTO PSICOANALÍTICO 1
Lacan comienza el Seminario XV “El acto psicoanalítico” diciendo que un acto no es simplemente un movimiento. Un acto es diferente de la acción. Un acto no es cualquier reacción motriz. Y se pregunta por el estatuto del acto psicoanalítico.
En la vida de una persona se producen distintos actos, el acto de nacimiento, el acto de ser amamantado, de ser mirado, si es que estos se incorporan a la estructura del niño. Pueden ocurrir también actos religiosos, bautismo, circuncisión. Actos legales como el de inscribirlo con su nombre, actos escolares. El aparato psíquico para constituirse requiere de una sucesión de actos que van a dar lugar a la constitución en el sujeto incipiente de lo real, lo simbólico y lo imaginario. También Freud llama a la constitución del narcisismo un “nuevo acto psíquico”. Y entre otros, el complejo de castración que es un acto psíquico fundamental para la constitución de la estructura de las neurosis. De todos estos actos sabemos a partir de que el sujeto habla, pues en tanto habla transmite los actos que atravesó o no en su constitución.
Un acto requiere de una inscripción psíquica, una inscripción de una marca que permanece inconsciente, inscripción que define al acto como tal. Para que algo se inscriba en la estructura es necesario que algo se pierda y para esto es necesario que opere la castración dando lugar a una falta entre la madre y el niño.
En la primera clase del Seminario XV Lacan dice: “(…)pues en la dimensión del acto surge ese algo que implica(…) la inscripción en alguna parte, el correlato del significante, que en verdad no falta jamás en lo que constituye un acto: puedo acá caminar a lo largo y a lo ancho mientras les hablo, esto no constituye un acto, pero si un día, por franquear un cierto umbral yo me pongo fuera de la ley, este día mi motricidad tendrá valor de acto". Cita en la que Lacan hace alusión a la inscripción de un acto, pero también plantea algo que va a ser central en la diferencia entre un acto y un acto analítico, el franqueamiento de la ley.
Y no solo eso. Un acto no es sin transferencia mediante. En la clase del 29 de noviembre de 1967 del mismo Seminario dice “(…) fuera de lo que he llamado la manipulación de la transferencia no hay acto analítico”. En un psicoanálisis la tarea es del analizante y el acto corresponde al analista.
En los Seminarios “La lógica del fantasma” y “El acto psicoanalítico”, plantea diferentes cuestiones sobre el acto.
El acto es significante. No obstante, que el acto se funde a partir del significante no excluye reconocer que en el horizonte de esa repetición se vislumbra lo real. En el Seminario XI, Lacan advierte “(…)un verdadero acto siempre tiene una parte de estructura, de referencia a algo real que no está preso ahí de un modo evidente(…)”.
El acto es la instauración del sujeto como tal, es decir, que de un acto el sujeto surge diferente en razón del corte, su estructura es modificada.
El sujeto al acto, no lo reconoce nunca en su alcance inaugural, aún cuando el sujeto es capaz de haber cometido ese acto. Lacan habla de la desmentida en el punto en que no lo reconoce. Es por eso que el acto se lee après coup. Se lee luego si fue un acto para el sujeto. Lo que define a un acto son las consecuencias.
Un acto es el corte de la banda de Moebius, si se corta la banda, se pasa de una banda de Moebius a un toro. Cambia la superficie. Se produce un sujeto por una intervención, corte, del analista. El sujeto es el corte en acto.
El analizante habla. Lo que el analista lee, recorta del decir del analizante, eso es el corte.
En la producción de un sujeto se produce un acto, del analista, que hace que la escena cambie.
El corte de un analista puede producir la caída de identificaciones y el paciente sale de la sesión de otra manera. La interpretación de un analista es un corte en acto, lo que lee un analista es un corte en acto. Un corte no se trata de cortar la sesión necesariamente. El sujeto es lo que un significante representa para otro significante. El sujeto es supuesto para el significante, ese significante S1 puede ser una palabra, un sueño, un lapsus. Nosotros no somos sujetos, nosotros producimos sujetos en la interpretación que corta. El sujeto es el corte en acto.
Hasta que no se elabora la marca de la pérdida, más precisamente hasta que no se elabora la marca del acontecimiento, traumático por estar en relación a lo que el lenguaje viene a decir que no todo tiene respuesta, hasta que no se simboliza ese acontecimiento, la marca se repite. La marca fundamentalmente traumática es la de la castración, que viene a decir al niño en términos freudianos "No te acostarás con tu madre" y en términos lacanianos "No hay universo de discurso".
Decía que el sujeto no existe, el sujeto está supuesto para el significante que lo representa, salvo dirá Lacan, en un acto. En un acto sí el sujeto es idéntico al significante que lo representa, porque no está en juego el inconsciente, el sujeto es S1.
Lacan plantea que un acto es atravesar el Roubicón. En el Seminario XV Lacan cita a Julio César quien desobedece una orden que le llega del Senado Romano y cruza el Roubicón con su ejército victorioso. Cruzar ese río, como hecho físico era insignificante, era mínimo. Lo que lo convierte en acto es que en ese momento lleva a cabo una transgresión, desobedece una orden, manifiesta su decisión hacia algo nuevo: la toma de poder.
Ir más allá de un padre. Poder ir más allá de los límites que impone la identificación al padre. Traspasar la ley es inventarse algo. Pero no es porque no se haya aceptado la ley, no es porque no haya operado la castración. Hay algo de lo real en el acto que está en relación a soportar la falta del Otro por un lado y hay algo de lo real que está en relación a soportar el falo como falta.
Los actos que suceden en la vida de una persona pueden ser numerosos. Decía al inicio que para que un acto sea tal es necesario que se inscriba en la estructura. Retomo la pregunta sobre la especificidad del acto analítico.
Hay dos cuestiones a tener en cuenta además de ser inscripto en la estructura. Una es que no es sin la relación transferencial que en un análisis se suscita, otra es que hay algo de real en el acto psicoanalítico. Se trata en un acto de algo propio que implica ir más allá del Otro con mayúscula. Implica soportar la falta de un Otro ideal que tenga todas las respuestas. Se trata de traspasar la ley y si se traspasa es porque operó. Traspasar la ley es inventarse algo. Lo que lo convierte en acto es que en esa situación el sujeto desobedece una orden y manifiesta su decisión hacia algo nuevo. Se trata de ir más allá de un padre habiéndose servido de él y lograr prescindir de él. No hay Otro. El acto es sin Otro. En el acto el sujeto se identifica al significante, suyo propio, al ir más allá del Otro, de las demandas del Otro, de sus deseos, de sus proyectos. Se trata en un análisis de dar las vueltas suficientes en relación a ese real que en un inicio está en relación a lo traumático de la incorporación del lenguaje que viene a decir que no todo tiene respuesta, que no todo se sabe, que no hay completud. En el acto se está de otro modo en relación al no-todo y a la falta de respuesta del Otro, por poder soportar ese vacío, el sujeto puede darse una respuesta distinta, propia y encontrar algo nuevo.
Traspasar el Rubicón es un acto, lo que lo convierte en acto es que en ese momento se desobedece una orden y el sujeto manifiesta su decisión hacia algo nuevo.
Entonces no se trata en el acto analítico sólo de una lógica de la castración que viene a decir justamente que de lo que se trata es de soportar la falta del Otro. Sino que se trata de una lógica que tiene que ver con lo real, con lo imposible de la relación sexual, tiene que ver con lo real de nuestra estructura. Es una lógica del no- todo, es la que se ejercita en un análisis, no sólo por intervenciones en lo simbólico, sino también por intervenciones en lo imaginario y en lo real. Una lógica que nos lleva más allá del hecho de poder soportar la falta, que nos lleva más allá de un padre, que nos lleva más bien a poder hacer algo con ese real que nos habita, que nos lleva a inventar y a encontrar algo nuevo.
Leticia Scottini
mlscottini@yahoo.com.ar
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1Trabajo presentado en las Jornadas de Carteles. Escuela Freud Lacan de La Plata. Agosto 2021
Bibliografía
- Lacan, Seminario XIV, La lógica del Fantasma
- Lacan, Seminario XV, El acto psicoanalítico
A(r) mar la trama más que el desenlace1
Comienzo a escribir sin saber muy bien hacia donde voy, pareciera no encontrar una dirección. Una red de múltiples enigmas se presenta en el devenir de una experiencia analítica. Un gran desafío se impone al mismo tiempo que un deseo se recrea tomando fuerza. Desde los inicios, un primer interrogante se plantea, ¿cuál es la trama que devendrá soporte para la escritura de este guión?.
En contexto de pandemia, recibo el llamado de una joven con quien acordamos tener una primera entrevista por videollamada. Nadia está inmersa en un escenario lúgubre y sombrío. Sobre una silla un cuerpo lánguido, arropado por demás, y encogido como un ovillo. Se deja oír un tono de voz bajo, y un discurso con pocas palabras, más bien, prefiero parafrasear a uno de nuestros maestros, y suponer allí sin rodeos “un discurso sin palabras”2. La invito a que se acerque al consultorio.
Tras pasar el umbral de la puerta de entrada, un cuerpo extremadamente delgado se muestra sin velos, “cadaverizándose” se ofrece a la mirada de un Otro, y al mismo tiempo, en la misma escena, se pone a jugar un residuo de confianza “esperando”3 que sus palabras puedan ser escuchadas.
Un modo de presentación donde el misterio que guarda el síntoma anoréxico, y su doblez; la bulimia, hace que impere y prolifere en una dimensión real-imaginaria la frase por “la gravedad del caso”, y su reverso el acto analítico. Una ocurrencia seguida de una asociación deriva en la definición de gravedad que aportan las ciencias físicas “fuerza de atracción de los cuerpos en razón de su masa”. Fuerza de gravedad que se enlaza a la caída de un cuerpo, y por desplazamiento pasa a representar lo que se podría concebir como un desenlace natural “mortífero” para un sujeto. Punto de finitud, caducidad, y detenimiento. En contrapartida, otra vertiente más auspiciosa significa la caída como puesta en función de una causa. Desprendimiento que promueve la posibilidad de armar una nueva trama alrededor de un agujero. Amor, deseo y goce se entrelazan, y un cuerpo toma consistencia erógena entrando en consonancia con la vida.
En este recorrido vuelven a resonar algunas letras más de aquella canción que se convirtió en fuente de inspiración animando la escritura de estas líneas que me dieron ganas de compartir en esta ocasión. Una vez más, recorto el énfasis puesto en la trama más que el desenlace
Dos paseantes distraídos
Han conseguido que el reloj de arena de la pena pare
que se despedace
Y así seguir el rumbo que el viento trace
Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir de fase
Amar A(r)mar la trama más que el desenlace
Entonces, confirmo que es por la vía de construir una nueva trama.
Queriendo avanzar, tropiezo, y encuentro un límite en algunos conceptos. Aún así, no retrocedo, decido aventurarme en la apertura de un nuevo tiempo. Vuelvo a interrogar lo sabido, suspendo certezas, construyo hipótesis, invento estrategias, algunas veces me equivoco, y algunas otras, también acierto.
Surgen una serie de preguntas en el devenir de una experiencia analítica, entre tiempos, vicisitudes, cortes y costuras: ¿qué sucede cuando lo mortífero se apropia de un soma e insiste con inscribirse en una trama rota?, ¿cómo intervenir?, ¿es posible deshacer por la palabra una trama discursiva familiar enraizada en lo más profundo del alma humana? En este punto redoblo la apuesta de transformar un penar de más en un destino donde pueda ver un rayo de luz el deseo de vivir.
Un dolor de existir crónico, con larga data. Un intenso sentimiento de culpa mezclado con ansiedad, baja autoestima, y falta de empatía. Nadia, es oriunda de una provincia sureña de nuestro país y la menor de cuatro hermanas, quienes conviven todas juntas en una ciudad universitaria. Una a una, llegaron como si fueran exiliadas, buscando cumplir las expectativas profesionales y parentales anheladas. Con la culminación de los estudios secundarios, Nadia, sufre la reproducción de un desalojo. Su decir se desestima, y sus palabras son desoídas. Una vez más queda arrasada y envuelta en el mandato materno-familiar.
En Nadia se presentifican diferentes versiones de la Nada, encarna un comer nada, un estudiar nada, hasta un decir nada. Se rehúsa a incorporar el mandato materno mostrando, indefinidamente, en la escena, objetos pulsionales carentes de vestimenta erógena. Es una de sus hermanas quien advierte la situación de gravedad en que se encuentra Nadia. Se dirige a ella y sin calcularlo ni anticiparlo realiza un acto. Le acerca la referencia de una analista, y como efecto se establece un lazo de amor a la palabra donde ésta cobra dignidad. En transferencia comienza a desplegarse sigilosamente un decir amordazado en una trama familiar. A paso lento, como bostezando, vamos recorriendo y desovillando los hilos de su historia familiar.
Un contexto de crianza expulsivo, y escasamente contenedor, signado por una modalidad vincular-afectiva frágil y precaria, con vivencias de desamparo y soledad, poco lugar para las palabras, y aún menos para las caricias y las miradas. Una madre autoritaria, y voraz en su demanda. Un padre impotente, y por demás devaluado en su función.
Con la llegada repentina e imprevista de sus padres, una salida desafortunada acontece. Nadia protagoniza un coma alcohólico quedando colocada en una situación de riesgo mortal real. Señal de advertencia que mantiene en vilo a su analista además de su entorno familiar. ¿Qué hacer? ¿Por dónde, y cómo continuar?. Se reinventa el dispositivo analítico, y se propone un abordaje con una mirada más integral. Punto de inflexión que viene a conmover las coordenadas lógicas de la fantasmática familiar. Se conversa con Nadia y con su consentimiento previo, se convoca a los padres para mantener una entrevista grupal. Un drama familiar se arma. Su madre se muestra inflexible ante la posibilidad de que Nadia pueda llevar adelante el tratamiento propuesto acá, expresa querer llevársela, como si fuera un objeto, a su ciudad natal. Intervengo y sanciono un decir de Nadia dándole valor de acto “quiero vivir y re-habilitarme acá”, busca hacer algo distinto en lo que pareciera presentarse como lo mismo. Pasaje de la mostración a la palabra. Le hago lugar al padre, y un hilo de la trama familiar se des-enlaza. Señalo que me encuentro ante un padre que asume su impotencia, y una madre desesperada. Su madre pasa a reconocer en ella misma una persona rígida deponiendo su dureza para poder escuchar a su hija. Por otro lado, en la intimidad de las sesiones con Nadia, situamos que con el coma alcohólico afirma su existencia al borde de su desaparición. Queda confrontada con una posición de objeto-desecho. Pareciera producirse un click y un punto de llamado a Nadia “Mirate”. La apuesta es a que ella misma sea quien pueda empezar a mirarse. A la par, se recorta de la expresión “coma alcohólico”, la palabra “coma” para entrar a jugar en la escena de la transferencia. Tiempo de angustia, y pérdida de goce para que pueda ser re-alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo. Se dejan deslizar algunos sentidos Coma! un modo de imperativo superyoico, pero también se retuerce la palabra y se la asocia con el acto de comer adviniendo en esa deriva la conjetura de la falta en Nadia de un proceso de incorporación tan necesario para amar y armar un cuerpo. La acompaño a Nadia en el tránsito de este arduo proceso que implica escribir los trazos faltantes de una letra, contorno de menos fi que funda un rien (nada) rodeado de brillo fálico. Objeto agalmático
Aquí me detengo y rememoro el título de la película To the bone escrita y dirigida por Marti Noxon. Comparto una breve síntesis del guión. Se trata de una joven que debe luchar contra su enfermedad tras ser diagnosticada con anorexia. Será tratada en un centro de rehabilitación, donde conocerá a un doctor con un método poco ortodoxo, quien la ayudará en su dura batalla por elegir la vida. Reparo en la traducción Hasta el hueso y voy más allá al evocar una cita de Jacques Lacan que empalmo a la composición y escritura de este texto “El análisis, más que ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real” 4
Para finalizar, consuenan las letras del estribillo que dieron cuerpo a este texto
Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir de fase
Amar A(r)mar la trama más que el desenlace
Trabajo de reconstrucción de los tramos escriturales faltantes y puntos identificatorios propios de una historia y sus generaciones. Un ir y venir para des-enlazar una trama anudada a un drama, y un entrar y salir de fase para armar y amar una nueva trama. Solo así podrá haber un espacio para la vida, pero para una vida con deseo de ser vivida.
Virginia Nucciarone
nucciarone@yahoo.com.ar
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1 El título que enmarca este texto surge de un ir y venir de ideas desplegadas en interlocución con algunos otros, de un intercambio y juego de letras que anidan en una maravillosa canción “La trama y el desenlace” de Jorge Drexler. Una metáfora de vida que entra en sintonía con lo que acontece en una cura analítica.
2 Lacan, Jacques. Seminario XVII “El reverso del psicoanálisis” (1969-1970). Clase 1: Producción de los cuatro discursos. Pág. 10. Editorial Paidós.
3 Modo de expresión que adopta la forma verbal del gerundio para indicar que una acción está pasando, realizando o llevando a cabo.
4 Lacan, Jacques. Seminario XII “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” (1964). Clase 5: TYCHE Y AUTOMATON. Pág. 61. Editorial Paidós.
En esta ocasión se trata de escribir sobre lo que ha resonado de una obra, las repercusiones que tuvo en mí generadas por ella.
Después de un largo recorrido de pensamientos volvió en un sueño el libro “El punto idiota”1. Voy a contar mi historia con este libro de Pablo Farrés.
“El punto idiota” fue un hallazgo inesperado. Si bien había oído hablar de él, no imaginaba que me iba a encontrar con un relato que me fascinara. Se trata de una exquisita manera de describir lo que a menudo nos resulta inexplicable.
Tuve la sensación de un relato desde adentro, desde el interior del protagonista. Del origen de ese mundo paralelo, de esa otra realidad que no alcanzamos a comprender, a sentir, a poder transparentar los neuróticos.
Me dejó sumamente intrigada la manera en que pudo impregnarse el autor del proceso interno que padece un sujeto tragado por el lenguaje. ¿De qué manera pudo llegar a las palabras tan exactamente elegidas para transmitirlo?
No me pude despegar de ese objeto tan mínimo, tan delicioso, que se ve en la foto.
Ese libro me impregnó, fue un torbellino que me atraía por la eficacia que encontraba en sus letras para describir minuciosamente lo que roza lo inefable.
Por diferentes cuestiones queda pendiente la posibilidad de escribir sobre las historias que impactan, sobre lo que resta, sobre lo inexplicable. O quizás sea el hecho de que las palabras no alcanzan para dar cuenta del padecimiento.
Sus descripciones me transportaron a diferentes escenas. Se me venían a la cabeza innumerables viñetas de análisis que he llevado adelante, imágenes del pegoteo entre registros y otras tantas de vivencias en instituciones por las cuales me tocó transitar desde muy joven. En estas últimas bajo el diagnóstico de retraso mental se encontraban niños y adolescentes a los que veía como se los compactaba, se los despersonalizaba. Me sorprendía la forma en que se los iba reduciendo a objetos y a números. Cada vez eran más consumidos por el punto idiota. ¿Será que en ese caso era la manera de sobrevivir contar con ese punto?
Al comenzar a investigar sobre Farrés, lo cual no iba a poder evitar. Descubrí que el libro se basó en la idea de un chico de once años (Maurau) que quiso convertirse en escritor. Para lograr ese objetivo debía conseguir primero su propia desaparición.
Maurau atravesaba vivencias trágicas que soportaba de modo pasivo y sin reacción alguna aparente. La sexualidad, la crueldad, la violencia no acusaban recibo en su cuerpo, en su expresión.
La experiencia de convertirse en escritor se trataba de volver invisible para él mismo y para los demás. Llegó a ser imperceptible, solo podía escuchar la máquina literaria que le hablaba desde adentro.
Encontré otro gran punto de atracción que hizo resonar esta obra y escribir.
¿Cómo contar aquello que no puede ser narrado? ¿Cómo es el proceso que convierte a un sujeto en escritor?
No se puede comunicar, contar la experiencia de escribir, pero no se puede dejar de intentarlo.
Este autor encauza sus relatos en un intento de explicar qué le pasa a la persona que escribe.
La manera en que uno se ve tomado, comandado en el acto de escribir.
¿Es un acto la escritura?
En consonancia con el título de la revista “Angustia y acto”, creo que uno se verá ante esta angustia en cada uno de los pasos, circunscribir el tema, la elección de cada frase, de cada punto. El momento de arrojar ese producto, de soltarlo para la publicación por ejemplo, puede ser crucial. Se verificará a posteriori si tuvo valor de acto o dicho de otra manera si se logró engendrar algo nuevo.
Se trasmuta la palabra en acción. En ese acto performativo el escritor se vuelve un poco idiota. Se sumerge en una irrealidad que lo comanda. La diferencia con Maurau sería que esta inmersión se diera en un tiempo finito y del que se pudiera entrar y salir. La escritura así no nos tragaría y nos convertiría en una obra de arte sino que podríamos seguir siendo sujetos.
El acto de contar que transmite un estilo que se desarrolla más allá de la gramática en esta obra y que pone a jugar cierta concepción del mundo, del sujeto y de la escritura aún me deja con ganas de seguir investigando.
Flavia Martín Frías
flavia1900@hotmail.com
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“La tecnología no es buena ni mala, ocasiona padecimiento cuando se vincula con la competencia desenfrenada, cuando no se articula a la necesidad de continuar o de hacernos escuchar, sino al imperativo obsceno de no parar.”2 Helga Fernández
La casa oscura, era otra casa. Otra escena. Se vistió la escuela de negro, asumió el tono de la penumbra y el sonido de la ciencia para ficcionar lo anterior deviniendo futuro. El enunciado se presentó performativo asumiendo un costado errático. Oscuridad, desconcierto, desorientación. ¿Qué se pudo escuchar de aquello otro que se presenta como diferente?
Rotaron los ambientes conocidos, se movieron los objetos para dar lugar a otro modo de presentación, el espacio de arte se sirvió, con entusiasmo, de las superficies de la escuela para introducir una propuesta que convoque al arte y al psicoanálisis.
“Futuro anterior”, se fue gestando en los últimos meses del 2021. Hoy, tal vez, podemos decir que se producía como modo de resistir al avance de lo digital que había cobrado protagonismo en la escena de la vida cotidiana, al punto de saturarla. A partir de cómo el arte digital se filtra insistentemente y la pregunta sobre el lugar del espectador en esta disciplina, nos interrogamos si la tecnología podría ser un síntoma que, como tal, produzca un arreglo y un tropiezo en simultáneo. Para esto era necesario hacer una apuesta, ponerlo a prueba. Experimentar e invitar a una experiencia.
En tiempos de pandemia el encuentro con otros se tornaba posible vía pantalla. Cuadraditos a veces muteados, a veces detenidos por la "mala conexión", otras veces sin voz y sin imagen. Cuadrados mundos, mudos en-cuadrados ¿Conocidos pero extraños? Lo siniestro se revela y hay que dejarlo entrar. El interrogante por lo digital nos fue orientando, para arribar a otra pregunta sobre aquello que se tornaba unheimlich en esa escena. El carácter de lo ominoso apunta a algo antiguo y familiar que cayó bajo la represión, y que estando destinado a permanecer oculto ha salido a la luz. Novela imposible en ese punto no-velado. Ficción que se ubica en el orden de lo necesario, de lo estructural. La ciencia ficción vuelve posible el retorno del futuro a través del arte. ¿Es el arte el que puede tomar un rasgo y construir una gramática que resista a la muerte, poniendo en escena algo del amor?
La propuesta incluía una serie y dos cortos, reunidos en un título que admite la traducción a medias, algo de lo imposible ya se presentaba.
Love/ Amor, Death / Muerte and Robots.3En tiempos donde la presencialidad se tornaba un futuro posible, partimos de proponer un encuentro por zoom, que luego quedó trunco. Pasar a olvidar esta iniciativa y arribar a la necesidad de encontrarnos presencialmente en la escuela nos interpela: Esta actividad, ¿Requería presencialidad de los cuerpos? ¿Era posible poner a rodar la pregunta por lo siniestro y lo digital desde un encuentro “virtual”?
Nos hizo falta invitar a escribir sobre los cortos a quienes habían sido nuestras compañeras del espacio y por otro lado la invitación al artista digital Pit Bibiloni, quien participó con su obra y su relato. El arte se introducía en lo digital, aireando, y el artista en la escuela haciendo entrar otro discurso. Algo de la incomodidad y de lo conmovido se transmitía en el ambiente. La experiencia tenía efectos.
RESEÑA o una señal de “Dame una mano” en palabras de Ludmila Hobler
"Un espacio donde aparece una basura, el azar, el agujero y el humor negro, como en cualquiera de nosotros.
Una breve historia en un espacio y en un corto, donde algo sucede y se pierde. Diría una tragedia, un decir pleno que despierta, que pulsa. Mejor, un performativo que perfora y que estalla. Todo está ahí, a la vista. Con una hermosa e incómoda crudeza. Un inconsciente tan oscuro como el espacio. Un corto irrumpe como un sueño. Un brazo es obligado a perderse como si fuera un sueño. ¡Qué nada somos en el espacio! Una mano a la nada. ¿Se le puede dar una mano a la nada? Dame una mano es enlace. Es querer la vida, construir. Permanecer. ¿Sobrevivir? [...] Los analistas tomamos nuestras manos al reunirnos. Darnos una mano es apelar a la ternura, a la hospitalidad. A la potencia de la dulzura. Es hacer escuela. Es arte."
¿El arte, al igual que el sueño, se presenta como la vía regia para hacer algo con aquello insoportable? El tiempo verbal del futuro anterior, a resguardo del rasgo del sujeto por venir en la trama onírica, nos sirve de pista. En ese hacer con la castración, se podría pasar de la mera contradicción a la posibilidad del oxímoron. Un nuevo sentido, menos sacrificial. Menos siniestro.
Un recorte del corto “Piezas únicas” por Agostina Miranda
"Escucho en inglés, el idioma original y a la vez leo un trabajo de traducción. Con la traducción pasa una interpretación, escucho que Piezas únicas fue una construcción del intérprete, cuando escribe en el subtítulo del capítulo piezas únicas en realidad en la voz inglesa se escucha ‘machine parts’ (partes de máquina). Justamente en esa diferencia entre lo original y lo que se interpreta, se puede empezar a definir Zima Blue y sus al menos dos versiones. [...] Había sido un robot -hecho de partes de máquinas- limpiapiscinas, especial para su creadora: le tenía afecto, lo había complejizado hasta su muerte, él había adoptado un formato antropomórfico y podía tomar sus propias decisiones. Lo había humanizado.[...]
Eso que insiste arma una serie, una trama que lo aloja y habrá cobrado sentido en su obra final. Un nuevo comienzo. Lo remite a su propio origen y a su definición, no se trata de un robot que se cree hombre, sino un aparente hombre que es un robot. Una especie de superhombre que se deshace a sí mismo en una piscina y en ese acto se torna siniestro, pierde su humanidad, desconecta sus funciones cerebrales, se desprende de las machine parts, no todas, para continuar con su simple labor: pulir el zima blue, ese color que le dio un nombre y un lugar azulejado que lo habrá podido alojar miméticamente en sus comienzos robóticos. [...] El arte puede reconstruir un nuevo espacio con piezas únicas, cómo quizás el psicoanálisis puede armar un nuevo espacio con las piezas o partes de máquina que traemos o podemos perder. Me pregunto ¿Qué nos hace volver a la EFLA?"
Ida y vuelta
En el tiempo del intercambio, las palabras susurraron incomodidades, desacuerdos, debates de ideas que enriquecieron la experiencia. Agradecidas con quiénes participaron, y conmovidas por la experiencia también, es que el día después, resuenan preguntas que invitan a la escritura:
¿Es lo digital diferente al arte digital? ¿Introduce, el arte, la diferencia dónde pareciera que no es posible? ¿Nos dice algo en relación a hacer entrar la pérdida de otro modo?
Pensar el arte digital como una tendencia sin fin en la copia desenfrenada de la obra como una aspiración a lo infinito, nos deja a riesgo de una contradicción. La aspiración dice de un imposible a fin de cuentas. Esto no aseguraría que la obra quede arrojada en la orilla de la totalidad, sino por el contrario, nos ubica frente al intento de leer allí el encuentro con el tropiezo que el artista recorrería, podemos decir ¿De otro modo?
¿A qué resistimos los analistas? ¿A lo digital? ¿Al arte? ¿No introduce el arte el rasgo que traza la marca de la diferencia? ¿Es posible hallar ese rasgo en el arte digital? ¿Estará dentro de lo posible agujerear "lo digital" para resistir al dígito del discurso amo?
Arte digital ¿Se podría pensar como un oxímoron? Un par posible que arroja un tercer término como pasaje de la contradicción a la castración.
Preguntas que nos llevan a pensar que quizás haga falta otra vuelta, por el futuro y el porvenir de la escuela.
Carolina Gamaler y Evangelina Spagnolo por el Espacio de Arte
espaciodearte@efla.com.ar
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1 Reseña de la actividad llevada a cabo por el Espacio de Arte, el 27 de abril de 2022, titulada Futuro Anterior.
2 Fernández H. El psicoanálisis, un hacker del sistema: https://enelmargen.com/2020/09/21/el-psicoanalisis-un-hacker-del-sistema-por-helga-fernandez/
3 Se proyectaron los cortos: “Dame una mano” y “Piezas únicas” de la serie LOVE, DEATH AND ROBOTS
Cuando lo real se desata sin freno ni dirección es porque cierto borde se ha desdibujado para quien habla. El fantasma vacila y la trama no alcanza a apaciguar el paisaje, entonces deviene el desamparo, hilflosigkeit, y en el mejor de los casos la angustia con su marco.
Una de las funciones del fantasma es precisamente dar una respuesta al ¿Che vuoi?El fantasma sostiene el deseo y es también donde el goce se ordena.
Intento situar esos momentos en el análisis donde el agujero no puede localizarse. Donde el agujero (trauma, trou) que todo ser-hablante soporta no funciona como un “buen” agujero que permita que la causa divida al sujeto. Hay “falta” si el agujero recibe la caída del objeto a causa del deseo.
En los tiempos de pandemia que venimos atravesando, resguardar la función de la palabra es crucial para dar un lugar al desamparo y/o la angustia. La palabra del analizante deja sus dichos y es a partir de ellos que se puede reintegrar un decir en el análisis. ¿Qué sucede cuando los “dichos” no hacen serie significante, es decir, cuando no se han enlazado a otros “dichos”? Hace falta el decir. El trauma es precisamente lo que no hace serie, es lo actual y lo eterno que eluden la dimensión del tiempo.
La virtualidad nos ofreció un recurso para alojar el decir pero la tecnología no suple la “presencia del cuerpo real del analista”: sus gestos, su modo de andar, la circulación del dinero. Tienen su limitación.
En el año 2013 1escribí sobre el valor de acto que tuvo el “gesto” de Lacan al rozar con su mano la mejilla de una analizante. Lo hizo con “infinita dulzura”, dijo ella. Ese toque en la mejilla puso en acto el significante “gestapo” (gest a peau, gesto en la piel en francés) que remitía a su historia infantil de terror a los soldados nazis. En fin, una intervención así es imposible sin lo real de los cuerpos.
Bienvenidos los recursos para sortear las dificultades que la pandemia nos impone pero me hago la siguiente pregunta: ¿quedarán para siempre incorporados a nuestra práctica? Una cosa es atender un llamado desolador fuera de la sesión y otra instituir la virtualidad como modalidad sistemática.
Freud pensaba que el trauma era verdadero, Lacan dice que no, que Freud creyó en el valor del trauma de sus histerias.2 Para Lacan, lo verdadero consiste en decir “boludeces” y es por la ranura de lo verdadero que podrá producirse un efecto de verdad a través del tropiezo.
En definitiva, la letra es un borde que permite situar el agujero y surge si el analista “en cuerpo ubica el a en el lugar del semblante”3
Quizás todavía no estemos en el momento de entender qué nos pasó durante esta catástrofe puesto que estamos aún bajo sus efectos. Remarco el “nos”-pronombre que el título nos acerca-, porque tanto el analizante como el analista han padecido la misma situación.
Ante la desesperación y el llanto desconsolado de un analizante me encontré diciendo: “esto nos pasa”. Intervención que me sorprendió porque no es de uso habitual en mi práctica. Esa intervención provocó alivio inmediatamente.
Para finalizar. ¿Será esta una ocasión para evocar aquella frase de Lacan?: “Somos hermanos de nuestro paciente en la medida en que somos, como él, hijos del discurso.”4
1 González, Oscar.: Decir Aún. Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Buenos Aires, 2013.
2 Lacan, J. : El fracazo del UN-desliz es el amor. Ed. Artefactos Pág. 162.
3 Lacan, J. : “...o peor”. Ed. Paidós. Pág. 226.
4 Lacan, J. Ïdem 3, pág. 230.
¿Podemos hablar de post aislamiento?
Considero que estamos en el tiempo de comprender. No en el momento de concluir. Intentando elaborar qué nos pasó. La vuelta a la presencialidad nos permitiría ubicar que estamos en el post aislamiento sin embargo nos encontramos en un momento de transición entre lo que vivimos y lo que vendrá ya que en lo que se refiere a la pandemia epidemiológicamente no finalizó.
Me sitúo desde mi pertenencia a la EFBA y al Htal Muñiz. En el Htal el tema de lo presencial se juega de otra manera que en el ámbito privado. En las instituciones la norma es la atención presencial.
Como psicóloga de guardia ubico el 2020 como el tiempo de la irrupción del trauma “esa ruptura brutal e inesperada del curso de la existencia” y como respuestas la “espera angustiosa” y los “equivalentes del ataque de angustia”.
El 2021 como el tiempo de ingreso a Terapia Intensiva con familiares de pacientes a despedirse de sus seres queridos, acompañamiento y sostén de los inicios de duelos a tramitar. Habiendo cambiado la normativa se les permitía a los familiares despedirse. Esto fue un cambio muy importante. En los momentos en que no se podía asistir ni a hospitales ni a cementerios, la escena quedó interrumpida abruptamente sin el ritual y lo simbólico que enmarque la pérdida.
En la atención privada, resistencias a lo presencial. Aparecen enunciados como distancia y optimización del tiempo.
La virtualidad permitió que el lazo social se sostuviera con otros formatos. Las consultas en pandemia aumentaron. Sostenemos tratamientos con pacientes que en algunos casos aún no conocemos personalmente, aunque vivan en la misma ciudad.
Se respondió a la pandemia con los recursos psíquicos con los que se contaba. No fue lo mismo para los que tuvieron pérdidas significativas, atravesando duelos. Pero todos estuvimos privados de poner a jugar nuestros goces en la escena del mundo.
La imagen se dividía, de la cintura para arriba, la escena pública y de la cintura para abajo, pijama y pantuflas.
La pulsión, esa que “no tiene, ni día ni noche, ni primavera, ni otoño ni alza ni baja”, hizo de las suyas. Excesos.
Ahora el encuentro con los otros, no mediatizado por pantallas, con el semejante en la dimensión imaginaria o el prójimo como “la inminencia intolerable del goce" y las resistencias a volver a poner el cuerpo en la escena, no sólo en la del análisis.
La voz era el instrumento privilegiado para hacer pasar en la enunciación algo de presencia que sostuviera y acompañara. Y generará el lazo de intimidad en el que intentamos con el deseo de analista operando que algo del efecto sujeto se produzca.
Un paciente sostuvo su análisis de modo telefónico durante los dos años de pandemia. Dice: -dos años escuchando sólo tu voz, te ví y pensé, tenía cuerpo esa voz, sentí un impacto como de no reconocerte hasta que hablaste, no es lo mismo un silencio en el teléfono que un silencio presencial, hay algo que se pierde sin la presencia real-. Cierto efecto siniestro que se pacifica cuando la voz se une a la imagen.
¿Cómo quedó inscripto este tiempo? Difícil ubicar un hecho acontecido en el 2020 o 2021.Volver a lugares a los que se asistía antes de la pandemia con la expectativa de un re-encuentro es un des-encuentro. Ya no somos los mismos.
El tiempo cronológico que parece haberse congelado en la pandemia muestra sus efectos en el sujeto. Efectos que iremos viendo en el aprés coup y en el caso por caso.
“Hay un único lugar donde ayer y hoy se
encuentran y se reconocen y se abrazan.
Ese lugar es mañana.”
Eduardo Galeano
Freud,S -Pulsiones y destinos de Pulsión .O. C.T XIV, Buenos Aires, Amorrortu
- Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de “neurosis de angustia”. O.C.T III, Buenos Aires, Amorrortu
- Lacan, J. El Seminario. Libro 16, Buenos Aires, Paidós
- El Tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, Buenos Aires,siglo XXI.
Comenzando a bordear la pregunta, podemos situar que en el tiempo de aislamiento obligatorio el cuerpo había quedado confinado tras una pantalla de silicio, sustraído del encuentro con otros cuerpos, a resguardo, aislado de la amenaza de muerte que portaba el otro. En ese momento, la atención on line fue nuestra única posibilidad de armar la escena analítica. Hoy, tanto en los análisis como en la formación, la virtualidad es una opción, a determinar en cada caso, cuáles son sus alcances y sus límites.
Partiendo de este tiempo previo, me gustaría pensar el post-aislamiento como la salida del aislamiento de los cuerpos. Surge la pregunta: ¿es necesario el cuerpo en el análisis? Cuestión que se plantea tanto desde el lugar del analista como del analizante. Si el cuerpo del analista funciona como caja de resonancia del decir analizante, es necesaria esa caja para que algo del vacío se ponga en juego haciendo que resuene el goce al que el sujeto está fijado.
Haciendo pie en la clínica, volver al consultorio podría pensarlo como una decisión ética, apuesta a instalar nuevamente allí el espacio analítico en transferencia. Salida del modo digital, tan poco hospitalario del vacío, ahí donde la presentación de la voz en su modo más pathético que es el silencio, suele quedar degradada a error de conexión.
Fue una invitación, una oferta que aceptaba que algunos no volvieran. Momento propicio para hacer lectura, en cada caso, de lo que estaba en juego ante la posibilidad del retorno. Apuesta a que la salida del aislamiento fuera un movimiento motorizado por el deseo y no una respuesta a una demanda que fijara al sujeto a una potencia o impotencia.
¿De qué modo vuelve a armarse la escena del fuera-de-casa, con su cuota de exogamia que supone la pérdida de goces consolidados en el aislamiento-en-casa? Apertura a la creación de un modo de habitar el mundo que será con inhibición, síntoma y angustia.
Se me ocurre como efecto de esta escritura, que dar tiempo hace falta. El objeto del deseo no está dado, lo soporta el analista cuando se establece la transferencia y es necesario el despliegue del análisis para que sea posible un corte con el goce que tapona la falta. Es un tiempo que no tiene medida, el tiempo necesario para que ese movimiento se produzca.
Dar tiempo entonces puede ser una respuesta subversiva del psicoanálisis a esta aceleración del tiempo que impone la digitalización de la vida cotidiana, con su demanda incesante de productividad al ritmo de la lógica del mercado.
Así, como efecto de una primera entrevista con una adolescente que tenía como motivo de consulta la “orientación vocacional” se concreta un viaje pensado para los 15, al que la familia había renunciado en la pandemia. La joven seguía “colgada con eso” en el decir parental y ese tiempo ya había pasado. Este viaje la ubicaba en otro lugar en relación a sus padres, modificando los goces en los que quedaba enlazada ¿Dar el tiempo de descolgarse de ese lugar en relación al Otro? Leo el efecto como un movimiento de la orientación vocacional a la orientación del deseo. Es a partir de ahí que pueden habilitarse otros enlaces del goce.
El análisis “se adentra en la falta central donde el sujeto se experimenta como deseo”1.
Quizá el post-aislamiento sea un tiempo de orientación del deseo.
1 Lacan, Seminario XI “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Paidós 1964
¿Por qué la guerra? Reseña y comentarios.
El pasado 30 de marzo, el cartel de extensión de la escuela Freud Lacan de La Plata, realizó una presentación a través de la plataforma Zoom, donde invitó a la comunidad a dialogar acerca de ¿Por qué la guerra? Propuso un espacio para intercambiar y debatir, acerca de lo que el psicoanálisis, puede o no aportar ante el sufrimiento que despierta el hecho de que la humanidad se encuentre sacudida en su esencia.
Como escuela de psicoanálisis, nos encontramos insertos entre las instituciones de la cultura que habitan nuestra región y es desde allí que invitamos al debate. ¿Por qué la guerra? ¿Tiene el psicoanálisis algo para decir?
La pregunta se la hizo Einstein a Freud por vía epistolar en Julio de 1932, unos años después de los sucesos acaecidos de la Primera Guerra Mundial, faltando apenas unos pocos años para que estallara la Segunda.
Tres integrantes del Cartel ofrecieron sus lecturas ante esta convocatoria, y recorrieron sus lecturas no sin anudarla al subtítulo propuesto para la actividad: “Pulsiones de vida y de muerte”.
La introducción de este subtítulo permitió correr el eje, de las cuestiones de poder y dominación, del puro prestigio y rivalidad; para poder abordar lo esencial de la vida humana que es el anudamiento de las pulsiones de vida y de muerte. Las pulsiones nunca actúan aisladas.
Entonces, ¿será que la guerra sacude este anudamiento y provoca un desorden en el imaginario, desconoce lo simbólico y altera lo real?
En la carta de respuesta, Freud se pregunta: “…¿por qué nos indignamos tanto contra la guerra, usted y yo, y tantos otros? ¿Por qué no la aceptamos como una más entre tantas dolorosas miserias de la vida?”
“La guerra, en la que no quisimos creer, ha estallado ahora y trajo consigo la desilusión…sangrienta y devastadora…arrasa todo cuanto se interpone a su paso…destroza los lazos comunitarios entre los pueblos…amenaza dejar como secuela un encono que por largo tiempo impedirá restablecerlo. Entonces, ¿por qué la guerra? Bajo la influencia de la educación y la cultura, las malas inclinaciones del hombre son desarraigadas y sustituidas por inclinaciones a hacer el bien. ¿Cómo es que en los casos así educados pueda la maldad volver a aflorar con tanta violencia? En sí las mociones pulsionales no son ni buenas ni malas, la investigación psicoanalítica descubre que la esencia más profunda del hombre consiste en mociones pulsionales que son del mismo tipo en todos los hombres, el asunto es que tienen por meta la satisfacción de ciertas necesidades e intereses; la cultura propone que estas mociones pulsionales sean inhibidas, guiadas hacia otras metas y otros ámbitos, se fusionen con otras, cambien sus objetos”.
El asunto es que hacia 1915 Freud aún no encuentra respuesta al hecho de por qué los individuos se menosprecian, se odian, se aborrecen aún en épocas de paz. Se esfuman las adquisiciones éticas y restan las actitudes anímicas primitivas, arcaicas y brutales. Dice de ello “es bastante enigmático y no sé decirlo”.
No se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir, puede en cambio intentarse desviarla lo bastante para que no encuentre su expresión en la guerra. La guerra es un desborde de la pulsión de destrucción. Aquello que establezca ligazones de sentimientos entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra; estos esfuerzos fueron infructíferos para evitar la guerra en aquel entonces y en el nuevo milenio.
Sería una utopía pensar que se puede someter la vida pulsional a la dictadura de la razón o al orden institucional; la cosa no funciona así.
Freud se encontró que los soldados que venían de la guerra repetían en sus sueños la situación traumática. ¿Por qué? Se sueña con la guerra o con la bomba. Por otro lado, ¿Porqué el niño cuando simboliza un juego acentúa y repite en ocasiones lo traumático por sobre el júbilo placentero? ¿Cuál es el principio rector? Ahí Freud no duda en nombrar a ESO como manifestaciones de la pulsión de muerte y lo llama compulsión a la repetición, se repite lo traumático. Se trata de un goce que está en juego para el sujeto, goce que no es placer ni displacer sino más bien de estirpe masoquista que aparecerá en los análisis desplegado en el fantasma y articulado al objeto a.
El goce sin freno lleva a que el trayecto que realiza la pulsión se acorte, la pura vida, el puro goce, lo Real puro hace que se alcance la muerte antes; sin mediación simbólica.
Sin embargo, si se hace pasar ese goce por la castración y la ley de la palabra, se acentúa otro tiempo en el trayecto pulsional, que es el de lo simbólico, donde Lacan ubica en el nudo, justamente, “Muerte”. La ley del significante horada al goce, mata la cosa, posibilitando que el sujeto pueda circunscribir y ubicar los significantes del deseo, hablando. Hay desprendimiento del Otro, se puede interrogar su deseo o su mero capricho.
La apuesta del analista es que se produzca como acontecimiento la articulación y efectuación del sujeto en el campo del deseo, que le permita a alguien no quedar arrasado por un goce abrumador.
Lo inconmensurable en cada uno, ubicado en el lugar de la esperanza es algo que ningún discurso ha podido capturar y poner a producir para beneficio de otros.
De lo presentado por los tres integrantes podemos concluir, que la cultura es reguladora de las mociones pulsionales, anudando los registros de la realidad humana, establece un orden que puede ser normativo para cada uno para poder vivir y discernir la relación al otro. Más nunca podrá establecer una orden a acatar por todos, dado que estaría alterada la lógica. No hay creación cultural hecha por la humanidad, hay humanidad porque hay cultura.
En palabras de J.C Milner, podríamos decirlo así: “¿Por qué hay culturas y saberes, más bien que nada? Porque la cultura y los saberes responden a una demanda de supervivencia.
La revolución cultural estaba en lo correcto al señalar que la supervivencia constituía la piedra angular de toda cultura en general y de toda política en particular…la política responde a una filosofía de la supervivencia. La supervivencia es el axioma fundador de una política posible y no su consecuencia”.
“Todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra” decía Freud; también nos deja a los analistas una gran responsabilidad. Quizá no podamos abolir las guerras del mundo, pero tal vez podamos hacer algo con las guerras personales, con las guerras que desatamos con nuestro Gran Otro. Un movimiento que, sin duda afecta, impacta en el lazo social. Se tratará entonces de encontrar el mejor modo de sobrellevar la paradoja de vivir enlazado a la vida y la muerte. Encontrar las mejores condiciones para no callar, ni hacer callar.
(Edición y recopilación de los textos presentados por los integrantes del cartel en la actividad del 30 de marzo, a cargo de Cristina Borda)
Tenemos el agrado de comunicar y darle la bienvenida a Andrea Salvatierra, quien ha ingresado recientemente a la escuela como participante. Le deseamos un fructífero y productivo trabajo de escuela.
COMISIÓN DIRECTIVA
Presidenta:Amalia Cazeaux
Vice presidenta: Maren Balseiro
Secretaria: Romina Scordino
Tesorera: Silvina Naveiro
Pro secretaria: Cinthya Sau
CARTEL DE ENTRADA Y PERMANENCIA
Sandra Alderete
Claudio Gomez
Lucia Isassa
Mariana Pereyra
CARTEL ENSEÑANZA
Marina Martin
Daniel Paratore
Paula Levisman
CARTEL DE CLÍNICA
Alejandro Sigal
Laura Skliar
Virginia Vigo
Lisandro Inclán
CARTEL PUBLICACIONES
Anabella Ottaviani
María Beatriz Pagano
María José Colombo
Andrea Silvapobas
Sandra Iribarne
CARTEL BIBLIOTECA
Sandra Alderete
Silvana Tagliaferro
Laura Vellio
SECRETARÍA DE CARTELES
Maria Clara Almeida
Sergio Demitroff
SECRETARÍA DE ENLACE, DIFUSIÓN Y REDES
Silvana Tagliaferro
SECRETARÍA DE EXTENSIÓN
Claudia Lujan
Rodrigo Echalecu
Cristina Borda
Leticia Scottini
CARTEL DE PASE
Ana Casalla A.E. (EFBA)
Amalia Cazeaux A.E. (EFLA)
Guillermina Díaz A.E. (EPSFros)
Paula Levisman A.E. (EFLA)
Alicia Russ A.E. (EFA)
José Zuberman A.E. (EFBA)
ESPACIO DE ARTE
Ludmila Hobler
Evangelina Spagnolo
Carolina Gamaler
Maria Laura Zapata
Fiorenza Paolucci
Agustina Aramburu